Educación
La paz mundial en tres ratos
Me habrá de disculpar Pedro Benzal Molero, eminencia en nosequé que ostenta unos de esos cargos plagados de mayúsculas y que pace docenas de miles de euros en algún pesebre de la Junta más o menos desde que Rafael Escuredo volvió de la mili. ¡Un servidor público abnegado que sacrifica desde hace tres décadas su verdadera vocación de enseñar sintaxis! Me convocó un día para explicarme los motivos por los que desde su departamento, sito en la Consejería de Educación, se expedían circulares delirantes a medio camino entre el fascismo y la ópera bufa. No recuerdo bien las conclusiones, que posiblemente tendrían que ver con la necesidad de integrar laboralmente a los redactores de la atrocidad: «Al pobrecito que ha escrito esto le deben dar una paguita. Está bien que la Administración se ocupe de estos mermados», me advertía un docente con varios trienios de pizarra. Me habrá de disculpar don Pedro, decía, porque le prometí no hacer escarnio de estos casos sociales pero la apostilla andaluza a la Lomce abunda en el chiste. Reciben los profesores de lengua extranjera los objetivos de sus programaciones que, pásmense, van más allá de comprender, leer, escribir y expresarse someramente en inglés (o francés, alemán y hasta mandarín): tarea que ya sería titánica, posiblemente utópica, con tres horas de clase semanales. Pero nuestros comisarios políticos, burócratas que jamás han pisado un aula, añaden que el alumno debe «entablar relación con hablantes de diferentes culturas para dar a conocer el patrimonio histórico andaluz, hacer amigos, evitar o solucionar conflictos y aportar ideas que promuevan la paz entre los pueblos así como la felicidad entre las personas». ¡Y dos huevos duros! Es posible ser más tonto pero requeriría mucho entrenamiento.
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