
Julián Cabrera
La rana y las pensiones
Si hubo una medida de ajuste duro en la recta final de la etapa de Rodríguez Zapatero, que laminó cualquier atisbo de recuperación electoral, ésa fue sin duda la congelación de las pensiones. Medida que además se anunció con meses de antelación. Y es que no quedaba otra.
Ahora, con un Gobierno del PP las pensiones se revalorizarán aunque sin llegar al porcentaje de IPC. La situación económica es igual o más complicada que hace año y medio pero no van a congelarse de nuevo y aún así, la medida le ha supuesto al Gobierno de Rajoy, por encima de otros ajustes, una auténtica pitada desde la grada de parte de la opinión pública. Y el porqué tiene mucho que ver con un ausente manejo de los tiempos en positivo, hubiera o no elecciones en Galicia, Euskadi o Cataluña.
Si de todos es conocido que fue el PSOE en el Gobierno quien congeló las pensiones y quien no aportó en su última etapa todo lo que tocaba a ese fondo de reserva a modo de hucha, –creado no lo olvidemos por un tal José María Aznar– para qué disparar ahora las expectativas habilitando que, no sólo en el partido que apoya al Gobierno, sino en gran parte de los miembros del gabinete y escalas superiores, se diera por descontado casi hasta ultimísima hora que habría margen para cubrir el desfase del IPC.
Lo de las pensiones ha contrariado tras su manejo previo, por ello viene más que nunca a colación el ejemplo de la rana, indispensable en el manual de cualquier gobernante: si la metes con tiempo en la cazuela de agua tibia y a fuego muy lento, la rana acaba cocida y tan contenta, pero si esperas a meterla con el agua ya hirviendo a borbotones, lo menos que puede ocurrir es que pegue un brinco escaldada y huya dándote un «corte de ancas». Esto último es lo que ocurrió tras el último Consejo de Ministros. Con lo bien que hubiera ido una didáctica cocción de semanas.
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