Manuel Coma
La ruleta rusa
Pulso, ruleta rusa, el juego que los americanos llaman gallina: dos coches lanzados el uno contra el otro y el que se aparta, pierde. Los espectadores le gritan «gallina, gallina». Si ninguno de los dos lo hace... Según evaluaciones, alguno de esos es el juego al que se han entregado republicanos y Casa Blanca en las batallas del cierre parcial del Gobierno y del techo de la deuda pública, que el Congreso, con mayoría republicana, ha de autorizar al Gobierno a partir del 17, para que pueda cumplir sus obligaciones con sus acreedores. El pulso entre ambos es obvio. Según las consecuencias, podría equivaler al loco desafío de los coches y sometería al país a una demencial ruleta rusa. A Obama y los demócratas les interesa magnificar las consecuencias para aumentar la magnitud de la victoria que esperan obtener. Los republicanos dicen que el cierre viene incluso a demostrar lo mucho de superfluo que existe en el aparato burocrático, pero padecen un profundo enfrentamiento interno y muchos están asustados de cargar con el muerto. Entre los analistas hay división de opiniones. En el interior, predomina la indignación en grados diversos y a escala internacional el asombro, un cierto desdén y los consabidos estremecimientos financieros. El cierre se lo impuso a los republicanos su ala Tea Party, con el objeto de socavar la financiación de la aborrecida reforma sanitaria de Obama. Obama, contra todo precedente histórico, ha venido rechazando rotundamente cualquier negociación. Las encuestas, que muestran el habitual descontento con Washington, culpan de la disfuncional parálisis y sus implicaciones sobre todo a los republicanos pero no eximen de responsabilidades al presidente, por lo que éste, en los últimos días, ha dulcificado su lenguaje y hecho algunas fintas negociadoras.
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