Alfonso Merlos
La señera y la cartera
Contra las cuerdas, pero con todas las dudas posibles y razonables de que alguno de los miembros del clan vaya a terminar en la cárcel. Es el panorama a tenor del doble frente que tienen abierto los Pujol. El judicial-penal, en el que unos y otros han enmudecido y están dejando a las claras las escasísimas ganas que tienen de colaborar para sacudirse las gravísimas acusaciones que pesan sobre sus espaldas. Y el político-parlamentario, en el que ante la opinión pública están quedando retratados como un grupo de cómplices que se han compinchado para forrarse, pero que se encuentran al final de un callejón sin fuerzas ya para saltar la valla y seguir huyendo de las fuerzas del orden.
La información que hoy revela LA RAZÓN sobre los elefantiásicos montantes de pasta que movía de aquí para allá el vástago Oleguer –¡ay las regularizaciones!– refrenda con pelos y señales lo que era vox populi: que Hacienda ya le investigaba un año antes de que su padre reconociera la evasión, porque era cuestión de tiempo que aparecieran fortísimas sumas de dinero, por ejemplo en el Caribe. Y la fiesta no ha terminado.
Paso a paso, dato a dato, silencio a silencio, excusa a excusa la historia de una monumental farsa se agiganta. Sin que una parte sustantiva de la ciudadanía catalana no separatista se levante y grite «¡basta ya!». Y con las bochornosas medias tintas que está gastando la Esquerra Republicana a la hora de combatir lo indiscutiblemente intolerable. Escribió el novelista Frank Herbert que «la corrupción acostumbra a llevar diferentes disfraces». El de esta familia ha sido uno: se han envuelto en la señera para llenarse la cartera. Punto. Han dejado un reguero de pruebas. Que paguen.
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