Independentismo
La «sharía» catalanista
La consulta inconsulta que pretenden unos españoles secesionistas queda representada por el bachiller Puigdemont. Los chungos aseguran que luce peluca, lo que desmiente su estilista, y los más imaginativos que porta el postizo de Santiago Carrillo, lo que no es cierto porque aquel era canoso. Quizá sea tan inteligente como descarado y audaz, pero ahorcó Filología y a los 16 años ya correteaba como periodista infuso, aunque luego calzara ambas titulaciones en su curriculum. Hasta que Mas le calzara la alcaldía de Gerona fue un intrépido mameluco de los medios de comunicación catalanistas subvencionados por la Generalitat, como «Catalonia today», donde mantiene colocada a su esposa rumana, para desasnar a los anglosajones sobre la futura nación vecina de Andorra. Los maliciosos comentan que le impusieron la Presidencia cuando hacía la compra en el mercado de Gerona, lo que no desmerece aunque denotaría el aire de andar por casa del Molt Honorable. Profesional ignoto, excepto para la propaganda con dinero público, carece de mochila política o intelectual, y quizá acabe en Rumanía donde varios separatismos tienen su asiento, para enredar con aquello en lo que ha demostrado ser sabio. Pese a haber votado con tanto fervor la Constitución del 78, los independentistas llevan desde entonces carcomiéndola en una auténtica yihad (esfuerzo) que contó con la ya olvidada «Terra Lliure», sus doscientos atentados, cinco asesinados y un tendal de heridos. No podía ser de otra manera que el periodista pareciera un califa anunciando su ley de referéndum tal como si fuera la sharía del independentismo catalán; ley sin jurisprudencia y superior a cualquier otra nacional o internacional; ley de leyes, Tablas de Moisés en Tabor; inmutable como los Principios Fundamentales del Movimiento; astral, cósmica, sideral... Hasta las bufonadas históricas de Macià y Companys, tuvieron el mínimo chisporroteo de todo voluntarismo humano, pero lo de Puigdemont es el ridículo disfrazado de Pompa y Circunstancia, ignorancia con puñetas y un desprecio por la democracia equiparable a las leyes de Nuremberg. Acaso sea también el canto del cisne y una pobretona desesperación teatral de despedida. Aciertan los orates en la fuerza del Estado democrático: por legitimidad de origen y de ejercicio. Yerran los que creen que Rajoy hace de don Tancredo aunque la prudencia esconda que todos los secesionismos están sellados y que sólo circulan trenes bajo la pelambrera de Puigdemont.
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