Alfonso Ussía
La tía
Resulta intrigante la importancia que algunos comentaristas políticos conceden a las palabras de la tía. Me refiero a la tía de la Princesa de Asturias e inmediata Reina de España, Henar Ortiz. En la Historia de España, el parentesco más provechoso ha sido siempre el del cuñado. Debutaba Maura en el Congreso y un parlamentario le preguntó al congresista más cercano quién era ese joven atildado que hablaba con tanta fluidez, precisión e inteligencia. –Es Maura, el cuñado de Gamazo–; –pues si esto sigue así, muy pronto será Gamazo el cuñado de Maura–. Rivas Sheriff de Azaña, Serrano Suñer de Franco, Aurelio Delgado de Adolfo Suárez, el de Felipe González, cuya identidad no recuerdo y me abruma la pereza de consultar el dato. Pero ningún Rey, Presidente de la República o Presidente del Gobierno se ha sentido influido por una tía. Y menos aún, por una tía que no dice más que bobadas.
En el sur de España, y en concreto en el triángulo luminoso de Andalucía la Baja, las tías solteras tuvieron gran influencia. Se daba el caso de que la tía soltera era la más rica de la familia, y todos sus sobrinos pugnaban por adelantar a sus contrincantes en el culminante abrazo del testamento. Se han dado casos crueles. Aquella tía fallecida, multimillonaria, accionistas de diferentes bodegas, propietaria de campos prodigiosos, y siempre rodeada de sobrinos. Y el notario que lee el testamento. «Dejo a mis sobrinos, sin distinción ni preferencias, 25.000 pesetas para cada uno. Y toda mi fortuna, mis acciones, mis joyas y mis fincas, a las Hermanitas de los Pobres». Subieron los sobrinos al despacho del notario recordando rasgos y anécdotas de la «maravillosa tía Pepita, oye, que era una santa tía Pepita, y cómo nos quiso a todos, que no faltó a ninguna Primera Comunión». Bajaron los sobrinos del despacho del notario con distinto ánimo: «¡Menudo pedazo de hijaputa era la tía Pepita!». Campoamor, la verdad, la mentira y el cristal con el que se mira. Eso.
Las tías de buena familia han sido siempre muy discretas. Ocupaban y ocupan un segundo plano. Son abuelas y madres suplentes,y por lo normal, queridísimas. Pero no hacen declaraciones, y menos aún, para interferir y perjudicar el destino de una sobrina. Llevo dos días leyendo y oyendo que la tía Henar ha escrito unos tuits defendiendo el sistema republicano, pero sin pretender distanciarse de su sobrina Leticia. (Lamento profundamente no haber conseguido acostumbrarme a escribir el nombre de la Princesa de Asturias y futura Reina de España con una falta de ortografía. Tiempo al tiempo y Dios dirá). La insistencia en comentar y analizar las opiniones de la tía Henar es tan perseverante y obsesiva, que he llegado a plantearme la pregunta que a renglón seguido formulo. ¿Y quién coño es la tía Henar para opinar y que sus opiniones sean tenidas en cuenta?
El Rey fue recibido con clamor en la Plaza de Toros de Madrid. Presidió su última corrida de la Beneficencia como Rey de España. Clamor unánime, caluroso, emocionante. En las plazas de toros se reúnen todas las clases sociales, y no se dio ni un gesto grosero ni un grito disidente. Se esperaba la gran ovación, pero no el cerrado, larguísimo aplauso con el que los madrileños recibieron a su Rey. Previamente lo hicieron los empresarios, que pidieron al Rey que siguiera al pie del cañón abriendo caminos en el exterior a las empresas españolas. El domingo, sucederá más de lo mismo en el Día de las Fuerzas Armadas. España, por abrumadora mayoría, quiere al Rey, que es lo mismo que sentirse cómoda con la Monarquía.
El problema es la tía Henar. Cuidado con la tía Henar. Es fundamental lo que dice la tía Henar. Tela marinera.
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