Bankia

La trama de Bankia

La Razón
La RazónLa Razón

Julio Segura y Fernando Restoy, presidente y vicepresidente respectivamente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) durante el período de salida a bolsa de Bankia, declararon ayer ante la Audiencia Nacional que desconocían las diversas advertencias –muchas de ellas procedentes de correos internos del Banco de España, institución a la que el propio Restoy accedió como subgobernador en 2012– que desaconsejan la inversión minorista en la entidad debido al previsible perjuicio que iba a implicar sobre los accionistas.

Ambos reguladores, pues, alegan ignorancia de los hechos para justificar su cooperación pasiva con semejante engaño generalizado sobre el pequeño ahorrador. Si de verdad nos creyéramos la literalidad de las declaraciones de Segura y Restoy, si de verdad aceptáramos que la CNMV ni sabía ni tenía por qué saber las enormes irregularidades que se escondían detrás de las cuentas de Bankia: ¿para qué necesitamos a la CNMV? Si el único cometido de este organismo es el de verificar que los folletos de emisión llevan adjuntos unas cuentas auditadas y una descripción de los posibles riesgos de la operación, ¿por qué no reemplazar la CNMV por un simple programa informático que compruebe mecánicamente la concurrencia de tales requisitos objetivos? ¿Para qué encargarle a un nutrido equipo humano que supervise y autorice un folleto de emisión si, a la hora de la verdad, tal supervisión sólo exhibe un carácter superficial e irrelevante?

Mas sería mucho suponer que dos personas formadas como Segura y Restoy no estuvieran al tanto de lo que se cocía entre las bambalinas de la salida a bolsa de ese engendro de fusión entre Caja Madrid y Bancaja: en esencia, porque cualquiera con una mínima experiencia analizando balances empresariales —y, sobre todo, balances bancarios— era consciente de que Bankia no era la inversión sólida y segura que pregonaban a los cuatro vientos el Ejecutivo socialista y sus organismos reguladores, sino más bien la patata caliente del sistema financiero español que resultaba apremiante endosarle a todo ahorrador desconocedor del riesgo real de la inversión.

Y es que ése es el auténtico trasfondo de la salida a bolsa de Bankia que ni Segura ni Restoy, como engranajes de esa macromascarada política, se atreven a confesar: Gobierno, Banco de España y CNMV trabajaron coordinadamente para traspasar a los ahorradores minoritarios españoles el enorme agujero del sistema financiero nacional con la esperanza de ganar tiempo, confiando en que la crisis económica escampara a partir de 2012 y, por consiguiente, no fuera necesario rescatar al multiquebrado sistema de cajas regionales.

Como es bien sabido, la estrategia no funcionó y terminó arrastrando a la ruina a todos aquellos inversores que confiaron en la depreciada palabra de nuestros políticos y reguladores. La cuestión, claro, es que si todos ellos participaron en este fraude institucional, entonces todos ellos –no sólo las cúpulas de la CNMV y del Banco de España– deberían ser sometidos a una profunda investigación judicial que dilucidara sus responsabilidades. Segura y Restoy son sólo los peones de una trama política más amplia. Hay que apuntar al Gobierno de Zapatero.