Sevilla
La última zarina charnega
La desaparición, que fue política por voluntad propia antes que biológica, de Carme Chacón recuerda a Susana Díaz en la antevíspera de la precampaña que ella tampoco es infalible ni está forjada por un soplido divino, sino que se presenta en carne mortal a unas primarias de las que podría salir muy debilitada, incluso en caso de victoria. Oriunda de Olula (Almería), la infortunada ex ministra encarnó la última plasmación de ese otrora insoslayable poder charnego del PSC, antes de que el calamitoso Montilla y el adánico Zapatero quisiesen reinventar la democracia española con un viraje hacia el nacionalismo, nefasta ocurrencia que desequilibró todo el andamiaje institucional pacientemente levantado desde 1976. En estos lodos seguimos chapoteando, y lo que te rondaré morena, porque su intento por recuperar el control del PSOE en 2012 fracasó frente al inmovilismo que representaba Rubalcaba: perdieron los socialistas dos años preciosos pese a los afanes de Griñán y el trabajo de fontanería (el congreso decisivo de los 22 votos se celebró en Sevilla) de una Díaz que, visto está, también carga en su currículum con derrotas estrepitosas. Es lo que tratan de ocultar sus abundantes mariachis y turiferarios, pero el inesperado fin trágico de Chacón debe cumplir con el rol del esclavo que susurraba a los generales romanos triunfantes: «Memento mori». Es que los jardazos duelen tela si te pillan descuidado... Además de una amiga, la presidenta ha perdido a una imprescindible aliada en Cataluña y quizás, en caso de lograr la secretaría general, a la única persona capaz de evitar que el esqueje nororiental del partido se alinee sin vuelta atrás en el bando soberanista. Ciertos dramas adquieren una dimensión política más allá de lo humano, aunque pueda parecer mentira.
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