César Vidal
La universidad cateada
Un año más han vuelto a aparecer las listas en que se evalúan a las diferentes universidades y ni una sola española se encuentra entre las doscientas primeras. Sé que es obligado referirse a las honrosas excepciones entre los docentes, pero la realidad es inamovible desde hace años: nuestra universidad suspende bochornosamente. Las razones no son difíciles de determinar. La primera es el sistema de acceso al profesorado creado por el PSOE para colocar a amigos y que desde hace décadas desplomó la calidad docente. Como me señalaba recientemente un catedrático, «ya no es que entren los parientes, los de carnet o los que han aprobado los exámenes de catalán... es que entran los zotes». No exageraba. Yo he llegado a conocer a profesores de Historia Antigua que no sabían quién era Galba. La segunda razón ha sido el mal empleo descontrolado del gasto. Lejos de que el Estado no haya entregado dinero a la universidad –como vociferan los que lo derrochan– lo que ha existido es una escandalosa impunidad para el despilfarro. Un rector de universidad que dedicara el presupuesto a construir pisos para profesores y dejara un agujero millonario tendría muchas posibilidades en Estados Unidos de acabar en la cárcel. En España, por el contrario, se pasa por alto semejante conducta y, por añadidura, se le considera un progresista. La tercera causa ha sido que la universidad se convirtió hace tiempo en un ente cada vez más alejado de la realidad siquiera porque no pocos de sus docentes viven en un universo virtual donde lo mismo se defiende a Hugo Chávez que se piensa que lo mejor que se puede hacer con fondos de todos es levantar un monumento a las Brigadas Internacionales. De ese mundo ficticio no puede salir ni por aproximación una visión que permita obtener empleo porque, para empezar, no tiene punto de contacto con lo que sucede. Por último, está la incapacidad para articular una alternativa privada suficiente. En no pocos casos, los defectos de la pública –amiguismo, sectarismo, etc.– se han repetido en la privada cegando una vía de salida más que necesaria. Así, burla burlando, la Universidad española está detrás no ya de las de Reino Unido, Alemania o Francia sino de Singapur o Nueva Zelanda y, entre las consecuencias de esa situación se halla el que constituya también una fábrica de parados. A nadie debería sorprender porque es lo que sucede siempre cuando el mérito es sustituido por otros baremos a la hora de cubrir puestos.
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