Martín Prieto

Las cuentas del Gran Capitán

Montgomery fue un general mediocre, con un solo pulmón, que sólo atacaba cuando multiplicaba abrumadoramente su fuerza sobre la del enemigo. Así derrotó a Rommel en la frontera egipcia, y aun estuvo por romperse el espinazo ante el Africa Korps que carecía de fuel-oil. Le hicieron mariscal y vizconde de El Alamein porque Inglaterra necesitaba una victoria y él proporcionó la primera, aunque luego en Sicilia y Holanda demostrara su impericia. Dejó una lección: hay que acumular medios. Las cuentas de Gonzalo Fernández de Córdoba a Fernando el Católico por sus campañas italianas están en el archivo de Simancas y el desplante al Rey es una leyenda, aunque éste celara de su poder como virrey de Nápoles. El resumen de cinco siglos es que hay que proveerse de pertrechos y no aceptar contabilidades trucadas como las que pícaramente se atribuyen al Gran Capitán. Se ha levantado el pico de una alfombra sobre nepotismo en el Tribunal de Cuentas, vicio social que tiende a cooptar a los peor cualificados. Pero ése no es el diagnóstico del TC. Salvada la honorabilidad de su presidente y consejeros (designados por el Congreso de diputados y senadores), esta vetusta e imprescindible Institución está paralizada, como cuando a Montgomery le hurtaban refuerzos o como cuando atribuimos a Fernández de Córdoba auditorías literarias. Con 700 funcionarios el TC no puede auditar ni una cadena de supermercados. Con esa limitada tropilla y sin el ordenador más potente de España la Agencia Tributaria no podría controlar ni el IRPF. Hay que conservar las fachadas, venerables, y vaciar el caserón destinándolo a sex-shop, para levantar edificios funcionales en Madrid y autonomías poblándolos de élites funcionariales, informática de punta y compatible, y poder, mucho poder. Las auditoras multinacionales afrontan problemas más complejos y en varios idiomas, operando sólo en tiempo real. Auditar un municipio en seis años sí que son las cuentas legendarias del Gran Capitán. Si tuvieran que auditar UGT se fundirían los plomos.