César Vidal
Las listas del vampiro
Hace unos días, me encontré con otro español trasterrado. Entre risas y añoranzas, fuimos desgranando recuerdos de España tan lejana y tan en el corazón. Me contó, por ejemplo, un episodio que había sucedido en su pintoresco pueblecillo. «¿Tu recuerda´ a un paizano que ze yamaba Tobita?». Negué con la cabeza. «Zí, pisha. Era er arbañí der pueblo. Pue´ verá... rezurta que er tío heredó er negosio der padre. Ar prinsipio, paresía que iba a cobrá sólo lo que se le debía, pero rezurta que comensó a gastá sin tino y, claro, no le zalían la´ cuenta´ y desidió que pagáramo´ nosotros´ zu dispendio´y ze puzo a abuzá...». «Como a abusar», pregunté. «Zí, er tío hasía cuenta´ de la reforma, de la obra, de lo´ ladrillo´y te clavaba una factura que temblaba er mizterio», respondió. «¡Caramba!», exclamé. «Claro la gente ze negó a que la dezvalijaran...», siguió contando. «Ya me imagino», asentí. «Acabó pazando lo que paza en esto´ cazo´... alguno´ pagaron por no tené problema´, pero otro´ decidieron ir a juisio...». «¿Y qué pasó?», indagué cada vez más interesado. «Tobita perdía má de la mitá de laz cauza´», dijo sonriendo. «¿Más de la mitad?», me sorprendí. «Má der sincuenta por siento... –asintió– claro, er Tobita ze acabó cabreando y entonse tuvo una idea...». «Me temo lo peor», dije. «Er andoba hiso una lista con los nombres de la gente que no le pagaba y la pegó por la´ calle´», prosiguió. «Pero eso es totalmente ilegal. Va en contra de la normativa de protección de datos», musité pasmado por lo que acababa de escuchar. «Sierto, pero lo hiso. Claro que azí le fue...», me interrumpió. «¿Qué pasó?», interrogué cada vez más intrigado. «Pue´ verá... –continuó– la primera vez, muchos de los que aparesían se cogieron un rebote... lógico porque estaban en pleito o eran víctima de un abuso o zimplemente eran insorvente´ y no podían pagar. Casi nadie de la lizta pagó a Tobita». «Se lo merecía», sentencié. «Por zupueto, pero desidió entonse publicá una lizta má y... buenoooo, ze descubrió entonces que había todavía má gente que había desidi´o ir a juisio. ¡Pagaban meno´ y pleiteaban má!». «También es normal», reconocí. «A la tersera li´ta» –remató mi amigo– «el cashondeo era mayúsculo. Ya casi toó el pueblo había desidi´o que cobrara a su madre que ellos preferían ir al juzga´o e incluso colgaron riztra´ de ajo´ en la´ puerta´ para que no entrara er vampiro». Sonrío divertido. ¡Esta España!
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