Cáncer

Las mismas

La Razón
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En las últimas horas, y coincidiendo con la conmemoración del Día Mundial contra el Cáncer de Mama, seguro que muchos de Vds han oído, leído y visto testimonios de mujeres que han padecido ese tipo de tumor. No creo que ninguna de nosotras no haya tenido en algún momento algún miedo, algún susto, alguna prueba repetida por alguna duda de los médicos. No creo que haya ninguna señora o señorita que a estas alturas no haya preguntado por sus antecedentes familiares, no creo que ya nos extrañemos cuando, al repasar la lista de factores de riesgo, no te coincidan dos o tres con tus circunstancias. No creo que nos pille de lejos, no me imagino que no hayamos tenido la oportunidad de rozarnos de cerca con algún caso. Por lo tanto, nada nos es ajeno, nada nos es lejano. No hay más que vernos en las revisiones ginecológicas con nuestras caras de cierta tensión, de algunos nervios, de largos silencios mirando a ninguna parte. Toda mujer que sabe que su herencia genética contiene algún cáncer de mama se da eternamente por aludida, sabe que sólo un día de demora en sus visitas al médico pueden ser concluyentes e incluso definitivas, sabe que esa posibilidad la va a acompañar a la consulta mucho más que su marido. Sabe que, llegado el momento, tendrá miedo de no ver crecer a sus hijos, de no gustarle a su pareja, de mirarse a un espejo y no reconocerse. Sabe que perderá su melena, parte de su feminidad, y tirará por la borda todas las horas de coquetería, de cuidados capilares, corporales y hasta deportivos. Cuando el cáncer de mama te toca no solo se lleva tu escote: se lleva tu autoestima, te roba las ganas de sexo, te hurta la energía para mimar a tus nenes y te obliga a años de pastillas (en el mejor de los casos), de efectos secundarios y de temores. Pero, ay amigas, no nos queda otra que seguir. No digo que no nos cambie la vida, que cambie nuestras prioridades y nuestros valores. Lo que digo es que hay que volver a reñir, a enfadarse, a no consentir, a ser lo que fuimos. Hay que regresar a aquella normalidad que un día nos quebró un diagnóstico. No seamos distintas a entonces, seamos las mismas de entonces. Ánimo, chicas y mis eternos deseos de salud y fortuna.