César Vidal
Las sangres de ETA
Estos días he estado examinando un estudio de la Asociación Dignidad y Justicia en el que se señala que hay 315 víctimas mortales de ETA a las que no se ha hecho todavía justicia. Por resumir el horror, diré que las causas de 175 asesinados fueron sobreseídas porque no se identificó a los criminales; que en otros 83 casos sólo se pudo condenar a cooperadores o colaboradores y que, por último, hay otros 47 asesinados cuyos procedimientos acabaron archivados en juzgados vascos y navarros. En seis casos, los expedientes incluso han desaparecido. Reflexionando sobre estos datos, he recordado cómo en el libro bíblico del Génesis, se relata que, tras, dar muerte a su hermano Abel, Caín escuchó la voz de Dios que le preguntaba: «¿Qué has hecho? La voz de las sangres de tu hermano clama a mí desde la tierra». De manera bien reveladora, el texto hebreo no dice «la sangre» sino «las sangres» porque el asesinato no sólo significa el final de una vida específica sino el corte radical de otras existencias que podrían haber surgido de no haber desaparecido aquella. Arrebatar la vida a un ser humano es, pues, no sólo el final de una existencia concreta sino una herida en los próximos y en la sociedad cuyas últimas consecuencias apenas podemos imaginar. ETA no sólo ha acabado con un millar de vidas sino que a su cuenta criminal hay que sumar todas aquellas existencias que quedaron tronchadas y que nunca podrán ser iguales al recordar a un padre asesinado ante la vista; a un marido tiroteado ante los ojos; un exilio forzoso o seres que nunca nacerán sumándose así sangre tras sangre como señala acertadamente el libro del Génesis. Si, al fin y a la postre, los asesinos no reciben su castigo; si son excarcelados injustamente; si muchos ni siquiera se han visto amenazados por el aparato judicial; si las víctimas no tienen ni siquiera el consuelo de que se haya hecho justicia; si los nacionalistas vascos y catalanes continúan disfrutando de los frutos de una sangre convertida en dinero; la sociedad española no sólo volverá a dejar de manifiesto que está gravemente enferma sino que, por añadidura, continuará llevando sobre si la marca de Caín mientras las sangres de los asesinados claman a Dios desde la tierra para conseguir la justicia que les niegan sus semejantes.
Muy buenos días, muy buenas tardes, muy buenas noches. Les ha hablado César Vidal desde el exilio. ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!
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