Fernando Vilches

Limpia, fija y da esplendor

En el tricentenario de la Real Academia Española de la Lengua, sería muy positivo que los medios de comunicación, y entre ellos el nuestro, dedicaran algunas páginas a rememorar las actuaciones de una institución que se ha adaptado perfectamente a cada época, pero que no está muy bien considerada por algunos sectores.

No hace mucho que ha sucedido el episodio del sexismo en la lengua española, donde voces poco autorizadas y muy beligerantes han atacado el informe de un académico y gramático cuya solvencia intelectual está fuera de toda duda.

La RAE está obligada a ser el faro que guíe con mano templada algunas de las evoluciones que el uso de la lengua propicia de forma algo descabellada y a tratar con prudencia alguna de las propuestas que hacen ciertos colectivos sociales y que atentan contra el espíritu de la lengua y, también, con el uso tradicional de algunas formas y expresiones. Poca gente sabe que «antípodas» nació masculino en nuestra lengua, y que nuestros clásicos siempre usaron «los antípodas» Sin embargo, no ha sido obstáculo la aceptación de ambas formas por la docta casa, debido a que «las antípodas» es el uso mayoritario de los hablantes desde hace ya algunas décadas. Lo mismo ha ocurrido con vocablos feminizados por y gracias a que las mujeres –afortunadamente– han accedido desde algunos años a todas las profesiones.

Muchas personas desconocen que «médica» está en el español desde el siglo XVII, como alguien que cura los males espirituales; y que «jefa» entró en nuestro diccionario en 1924. De ahí a aceptar la forma femenina de algunas palabras va un abismo: ¿alguien en su sano juicio diría que «la fiscala es ignoranta e incompetenta»? ¿Que mi colega el profesor Sarmiento es un artisto de la lengua? ¿Por qué para la izquierda es obligatorio el uso de «concejala» y, sin embargo, no ha propuesto «edila»? El ruido mediático siempre espanta las buenas soluciones y los caminos rectos. La lengua, como todas las cosas importantes de la vida humana, ha de evolucionar con prudencia y mesura. Y la RAE ha dado siempre muestra de ambas virtudes.