César Lumbreras
Lo de Iberia
El 23 de septiembre de 1984 viajé por primera vez a Bruselas para seguir las sesiones de negociación sobre la entrada de España en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE). Volé con Iberia y el billete, el más barato que conseguí y que todavía conservo como recuerdo, me costó algo más de 47.000 pesetas de las de entonces, ida y vuelta (casi 300 euros). La última vez que he volado a la capital comunitaria ha sido a principios de esta semana y también con Iberia. El billete que he utilizado (siempre la tarifa más barata y sacado con tiempo) me ha costado 113,72 euros, de los que 22 corresponden a la tarifa aérea, 38 al recargo de combustible, 46,22 a tasas e impuestos y 7,50 al coste de servicio. Si no he sumado mal, Iberia se ha llevado 60 euros, lo que supondría 10.000 pesetas de las de ahora, que tienen muy poco que ver con el valor de las pesetas de hace casi treinta años. Es una prueba palpable de los cambios que se han operado en el mundo de la aviación comercial en estas tres décadas, que han sido todavía más importantes en los últimos diez años, con la aparición de las compañías de bajo coste, a las que tienen que enfrentarse las, vamos a llamar, tradicionales, como es el caso de la compañía Iberia, que pierde ahora, por las razones que sean, un millón de euros al día. Está claro que no hay empresa que pueda soportar esta carga. Toca adecuarse a la nueva situación. Desgraciadamente la próxima semana están convocadas otras cinco jornadas de paro. Me parece que no es la solución, ni para la empresa, ni para los trabajadores, ni para los usuarios, ni para el conjunto de la economía española.
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