Pilar Ferrer
Lobos y podencos
«Necesito un chicle». La frase corresponde a un ministro del Gobierno tras escuchar el vibrante discurso de José María Aznar. Refleja el afán por deglutir y tragar saliva ante las retadoras preguntas del ex presidente sobre dónde está el PP y si quiere ganar las elecciones. Toma ya. Fue el momento más tenso de la jornada, que dejó petrificados en su silla a muchos y provocó un leve susurro afirmativo de la militancia. En su sitio, fiel a su estilo, un Mariano Rajoy imperturbable no movió un músculo. En los pasillos, el ambiente hierve entre una mezcla de admiración e ingratitud. «Hizo un buen discurso político, pero sin una sola mención a la gestión del Gobierno», se lamentan algunos miembros del Ejecutivo. A tal reflexión se unen varios dirigentes históricos, que alaban sin fisuras las reformas gubernamentales, pero admiten que al partido «le falta fuelle». Ese que ahora, a estas alturas de la Legislatura y con el horizonte electoral en ciernes se apresta Mariano Rajoy a recuperar. Subyace en esta Convención un sabor amargo de que la sombra de Luis Bárcenas tapone los grandes logros de la política económica, las buenas cifras del empleo y las felicitaciones a las reformas del Gobierno. Así lo expresan diputados de la Comisión de Economía del Congreso, recién llegados de su viaje a Washington invitados por el Fondo Monetario Internacional. «Hemos estado con el economista jefe Olivier Blanchard, quien de verdad manda en el FMI, y todo han sido alabanzas hacia la política de Rajoy», asegura Ovidio Sánchez, el veterano político asturiano presidente de la Comisión parlamentaria y una de las mejores cabezas del partido.
La cosa sigue caliente. No tanto por el discurso de Aznar, esperado y asumido por la actual dirección del PP con el objetivo de movilizar al electorado, sino por el fantasma de Bárcenas. Muchos «barones» regionales no ocultan sus críticas hacia la cúpula de Génova y la secretaria general, María Dolores de Cospedal, que ahora habrá de volcarse en su campaña para revalidar Castilla-LaMancha. «El tema Gürtel se ha manejado mal desde el principio y Bárcenas no ha podido salir de la cárcel en peor momento», afirman estos dirigentes. Todos destacan el malestar que existe en sectores importantes de la Judicatura y la «falta de tacto» del actual presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes. «Gallardón nos ha dejado una herencia envenenada, el aborto y la relación con los jueces», dice uno de ellos al definir la situación. A pesar de que en público nadie lo reconoce, en privado hay un cierto malestar con algunos olvidos de Aznar en su discurso: «Ha defendido su honradez personal, pero no ha citado a Mariano ni una sola vez», opinan en el entorno del presidente. De igual modo, existe un fuerte enojo por las declaraciones de Bárcenas, ahora muy locuaz ante la Prensa. «Ha salido como un Miura con ganas de embestir, tiene guasa que exculpe a Aznar y le endose la porquería a Rajoy», dicen estas fuentes al recordar todos los años que el ex tesorero del PP trabajó bajo la presidencia de José María Aznar. En el partido cunde la sensación de que Bárcenas está mal asesorado y busca la bronca, lo que ha motivado el abandono de su abogado defensor Javier Gómez de Liaño. Un ex juez y ahora letrado íntegro, que sufrió en sus carnes duros avatares y es partidario de una estrategia procesal discreta, contraria a los deseos de Bárcenas. «Quieren manchar el pasado de Rajoy, pero él tiene muy claro su futuro» dicen en Moncloa y los «halcones» veteranos del partido. Al presidente del Gobierno se le puede criticar por cualquier cosa menos por el dinero. «Es un hombre sencillo, sigue viviendo como un franciscano», afirman quienes bien le conocen. En efecto, a Rajoy el poder no le ha cambiado sus costumbres, sigue con su casa de siempre en Galicia y jamás se le verá, ni a él ni a su mujer, Elvira, en fiestas de relumbrón social, con lujosas fincas de recreo o navegando en yate. «Aquí hay juego sucio», opinan en estos sectores. No obstante, la táctica del partido es aguantar y no entrar al trapo ante las provocaciones del ex tesorero. Un alto dirigente lo define muy bien: «Bárcenas es un lobo con ganas de morder, y a nosotros nos toca ser podencos». O sea, astutos mejor que bravos. Como buenos perros de caza en busca del voto perdido y sin entrar al ataque directo del lobezno.
En este sentido, destacan el carácter templado y frío del presidente, acostumbrado a sufrir estoques en su larga vida política: «Mariano tiene sangre de horchata y lo ha demostrado». En Moncloa insisten en que Rajoy sigue con su hoja de ruta de las reformas, que están dando sus frutos, aunque ahora se dedicará más al partido. Las elecciones de mayo y las próximas generales así lo exigen y el presidente lo tiene claro. En cuanto a la dilación de los candidatos, opinan que es acertado hacerlo después de la Convención: «En lugar de vender las reformas, ésto habría sido un desfile de vedettes», precisan. Y en el aire también flotan los dos clanes de poder. A saber, los «sorayos» y «lolitos», como llaman a los colaboradores de la vicepresidenta del Gobierno y de la Secretaría General del PP, dos rutilantes damas en liza. Soraya Sáenz de Santamaría estuvo impecable, cordial con los periodistas y fue la única que cogió el toro por los cuernos: «El señor Bárcenas debe dedicarse a su defensa procesal y no le corresponde al Gobierno comentarla». Bien dicho.
Algo más nerviosa y esquiva se vio a María Dolores de Cospedal, que sólo citó en su discurso a «algunos indeseables», en alusión al bicho barcenita que acecha sin rubor. «Ha tenido dos años en la cárcel sólo para pensar y maquinar», admiten resignados en la cúpula de Génova trece. Por lo demás, ministros contentos con sus reformas, como Fátima Báñez, a quien le cayó la cartera más ingrata y ahora comprueba la buena evolución del empleo. Corrillo interesante de féminas regionales, como Luisa Fernanda Rudi, Teófila Martínez, Rita Barberá y Esperanza Aguirre, muy cómplice con Rajoy por si está en sus pensamientos, y a quien sí citó en su discurso. Barones avalados por una excelente gestión como Ignacio González y Núñez Feijóo, dos auténticos caballeros. Otros más perdidos, como el valenciano Alberto Fabra, deseoso de coger hebra con Cospedal y a quien la lideresa manchega no hacía ni caso. Y una simpar Celia Villalobos, siempre en su salsa: «Rajoy es el mejor ,y Bárcenas, un chorizo, que deje de soltar mierda porque la mierda es suya». Alto y claro, por malagueñas.
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