Alfonso Ussía

Los chinos

Me propongo escribir de un asunto fundamental. De los chinos. No de los habitantes de la China o de los inmigrantes provenientes de aquel inmenso país. «El mundo temblará cuando despierte China», anunció Napoleón. Nuestra redactora Amaya Ortiz ha publicado, aquí en LA RAZÓN, un esclarecedor trabajo acerca de los chinos que no nos provocan temblores sino relajamientos. Del juego de los chinos, tan coloquial, tan de barra, tan de apuesta sonriente. No sabía que su inventor fue un pastor leonés, Felipe Valdeón Triguero, del Bierzo concretamente, que en 1770 se reunió con otros pastores y con piedras pequeñas, «chinas», pasaron las horas melancólicas del atardecer adivinando las piedrecillas que ocultaban los demás en una mano. Respeto máximo a un juego que supera en un siglo de vida al fútbol.

El mejor jugador de «chinos» que he conocido se llamaba –y se llamará siempre por su condición de inmortal-, Luis Sánchez Polack, para su familia «Chavo» y para el resto de la humanidad «Tip». Se presentaba como Campeón del Mundo, título que según él, ganó tres años consecutivos en Socuéllamos. Los que participábamos en el espacio del «Debate del Estado de la Nación» con Luis Del Olmo, invitamos a cenar a Don Juan De Borbón en señal de gratitud por haber aceptado y recibido en el estudio de radio –creo recordar que La Cope de la calle Juan Bravo–, el premio «Más Bonito que un San Luis», que consistía en un precioso diploma dibujado por Antonio Mingote. Después de la cena, cuando Don Juan supo que «Tip» era el campeón del Mundo de Chinos, se produjo el reto. Jugaron mano a mano, y «Tip» venció por tres a dos. La escena posterior fue inenarrable. «Tip» se arrodilló ante Don Juan, que no entendía de qué iba la cosa –como ninguno de los presentes–, y le dijo con gran solemnidad: «Señor, no se retenga. Aquí está mi frente. Béseme».

En los muchos viajes que hicimos juntos los del «Debate», jugamos en numerosas ocasiones a los «chinos» y siempre ganaba «Tip». De haber sabido Luis Del Olmo que el juego era consecuencia del ingenio de un paisano del Bierzo, habría puesto algo más de interés. Antonio Ozores ponía en duda la maestría de «Tip», y defendía la posibilidad de la trampa, pero puedo asegurar que Luis Sánchez Polack era realmente un maestro. Se entrenaba en el «Sixto» de la calle de Ortega y Gasset todas las noches del año, con unos esclavos que siempre rodeaban al genio. Y en Valencia, en su bar de la travesía de «Mosén Femades», competía a los chinos en un idioma que se inventó para divertirse más. Allí era invencible. El adversario decía «tres», y «Tip» replicaba: «¡Facs!». Se sumaban las monedas y eran cuatro. «Facs» significa «cuatro». En la siguiente jugada, «Tip» insistía en el «facs», con la peculiaridad de que en aquella tanda «facs» eran seis. Ganaba siempre el «facs», y los contendientes se marchaban con caritas de tonto, mientras «Tip» se desencuadernaba de risa. Una noche fue retado por un coronel de la Guardia Civil con aspecto decimonónico. Fuerte, con un bigotón de brigadier antiguo, y la voz de bajo solista ruso. «Tip» lo miró, y con gran indulgencia le dijo: «Usted no podrá ganarme nunca, buena y fermosa mujer».

Doscientos cuarenta y tres años ha cumplido el juego de los «chinos», creado en los fríos del Bierzo, por unos pastores que cuidaban sus rebaños de sol a sol, amenazados por la pobreza y los ataques de los lobos. Hoy recuerdo a su maravilloso tricampeón del mundo, que ganó sus títulos en Socuéllamos con la particular de que jamás estuvo en Socuéllamos. Milagros de «Tip».