Francisco Marhuenda
Los retos del nuevo Rey
Una vez superada la sorpresa de la abdicación, ahora tenemos las diferentes interpretaciones y análisis. Lo sucedido tendría que inscribirse en un escenario de normalidad como se ha vivido recientemente en Holanda o en Bélgica. El Rey siempre ha hecho gala de un notable olfato político como ha demostrado desde que era Príncipe de España. Fue capaz de aprovechar en su beneficio el desafecto de los franquistas que dudaban de su capacidad como gobernante. Durante años escondió sus intenciones con gran habilidad, confiando sólo en unos pocos y mostrando esa llaneza y enorme simpatía que le caracterizan. Era mejor que pensaran que podía ser un oso amaestrado que sería fácilmente manejado, como me dijo gráficamente al referirse a lo que realmente opinaban las monarquías europeas. El oficio de rey es muy complicado porque no deja mucho margen para la vida privada y la amistad. Don Juan Carlos tuvo que lidiar con un escenario y unos problemas como ningún otro monarca contemporáneo. La soledad le ha acompañado a lo largo de su vida y especialmente hasta que fueRey. A partir de ese día comenzó otro tipo de soledad e incomprensión hasta que consiguió el merecido reconocimiento por la obra realizada. No es extraño estar rodeado de gente y ocupar importantes responsabilidades pero sentirse solo. Es Rey de España pero su vida ha sido muy dura, más de lo que la gente pueda imaginar. Al final nos quedamos con la imagen superficial. El jefe de Estado tiene que estar perfecto y hacer gala de una sonrisa permanente. A un rey no se le permite un momento de debilidad, porque queremos que sea perfecto. El balance del largo reinado merece un análisis profundo y sosegado, porque ha sido de una gran trascendencia. Creo que es, sin lugar a dudas, uno de los grandes reyes de nuestra historia.
Con la llegada de Felipe VI es necesario abrir una nueva etapa en la que finaliza lo que se ha denominado el «juancarlismo». El Príncipe de Asturias reúne las condiciones perfectas, como ha demostrado durante estos años, para asumir la jefatura del Estado. Ha aprendido mucho de sus padres. La complementariedad de los papeles que han desarrollado los Reyes ha sido muy importante. El papel institucional de la Reina ha sido mucho más intenso e importante que ser la consorte del jefe del Estado. No era necesaria ninguna norma legal que aclarara nada, sino la práctica cotidiana y el amor que ha demostrado por España y los españoles. Doña Sofía no puede ser más española. No es fácil abandonar la tierra donde naces para formar una familia y asumir la más alta responsabilidad como esposa del jefe del Estado. Lo ha hecho rozando la perfección; no está en mi ánimo ser cortesano, sino recordar que al lado de un gran rey ha habido una gran reina. En otros tiempos no hubiera sido imprescindible, pero en la Monarquía constitucional el papel del consorte es decisivo. La dedicación de la Reina ha sido extraordinaria en todas las actividades, que son muchas, en las que ha participado.
Don Felipe ha tenido en sus padres un ejemplo de buen hacer, incluso en la asunción de los errores porque nadie es infalible. La grandeza reside en reconocerlos y sobreponerse, como acertadamente hizo Don Juan Carlos. Por cierto, irrelevantes en el balance fructífero de un largo reinado. El Príncipe de Asturias es más consciente que nadie de las dificultades que tendrá que asumir. Una vez más, hay que recordar que el oficio de rey no es sencillo. No es sólo recordar nombres, saludar con afecto y hablar varios idiomas con fluidez. Su padre ha sido un maestro en un estilo de diplomacia que resultó muy efectiva desde que comenzó sus viajes al extranjero. Ese sentido de continuidad en la más alta institución del Estado es una de las grandes ventajas de una monarquía. Don Felipe tiene un profundo sentido del deber y la responsabilidad. Lo ha vivido desde pequeño. No se puede ser un buen rey si no se asumen esa permanente dedicación y un obsesivo sentimiento, en el mejor de los sentidos, de compromiso con España y los españoles.
El Rey es el primer servidor y, por tanto, todo lo que hace despierta interés. No es una situación fácil, porque la sociedad del siglo XXI deja poco margen para la privacidad. La Monarquía necesita ser difundida y acabar con los tópicos que utilizan aquellos que defienden, legítimamente, la república. Algunas de las democracias más avanzadas y prósperas del mundo son monarquías. En esos países de la Unión Europea no hay debate sobre esta cuestión, como algunos pretenden ahora plantear, y la institución cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría de la sociedad. Éste es el mayor reto que afrontará el nuevo Rey, porque hay que pasar de «juancarlistas» a monárquicos y creo que no le será difícil conseguirlo.
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