Alfonso Ussía
Los Stuyck
Llevan tres siglos en España. Descendientes del gran maestro tapicero flamenco Jacobo Vandergoten. Cuando fue reclamado por Felipe V para que se instalara en Madrid, Vandergoten fue encarcelado en Amberes. Logró escapar e iluminó los palacios madrileños de alfombras y tapices. Cornelio Vandergoten, sin descendencia, trasladó los telares a su sobrino Livinio Stuyck. La Real Fábrica de Tapices estuvo a un paso de desaparecer durante la Segunda República, pero Niceto Alcalá Zamora ordenó a ministerios y organismos del nuevo sistema que encargaran labores a los Stuyck. «No quiero ser el responsable de la quiebra de esta gran institución». Los tapices de Goya. Los telares de la calle Fuenterrabía alfombraron los palacios y pisos de la nobleza. Alfombras firmadas con las siglas «RFT» en el ángulo superior izquierdo, y la fecha en el derecho. También «Stuyck». El pie quebrado del buen gusto. «Una casa sin alfombras de los Stuyck/ no es “chic”». Padeció durante el régimen anterior de una competencia desleal. Se creó la Fundación del Generalísimo, y se dio orden a a todos los organismos oficiales que encargaran sus alfombras a la Fundación. El Congreso, por aquel entonces las Cortes Españolas, se mantuvieron fieles a la familia Stuyck, a pesar del disgusto de Fuertes de Villavicencio. En los Alejandrinos del Nuevo Socialista (Golfos, Gafes y Gorrones, Madrid 1983) recordé las alfombras de los Stuick. «Prefiero el whisky al vino, las copas que los vasos,/ mi esposa da lecciones diarias de Aerobic/ y más que por moquetas, deseo que mis pasos/ deambulen sobre alfombras firmadas por Stuyck».
Gracias a un Stuyck, don Livinio, tiene Madrid la Feria de San Isidro. Principió con cuatro festejos hasta los treinta de la actualidad. Fue un excepcional empresario taurino junto a los Jardón, y fue el principal responsable de la importancia máxima de la plaza de Las Ventas en el mundo de la tauromaquia.
Por una deuda equivalente a un millón de euros, el actual Livinio Stuyck, llegó a un acuerdo con el Ministerio de Cultura, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento. Abandonó sus responsabilidades y donó a la Fundación Real Fábrica de Tapices todos sus bienes, valorados en más de 400 millones de pesetas, manteniendo el derecho a vivir en las dependencias de la Real Fábrica. No se firmó nuevo contrato, siguiendo vigente el de 1952.
Y ahora lo quieren echar de su casa. Desahucio iminente. Si nadie notifica la extinción de un contrato, el contrato sigue vigente. Las deudas se han multiplicado por cinco con los nuevos gestores de la Fundación, y el ministerio de Cultura está obsesionado con la expulsión del último de los Stuyck, el que donó bienes a la Fundación con un valor muy superior a la deuda que determinó el acuerdo. El abuso del poder se llama también prevaricación. La acción coactiva contra Livinio Stuyck se resume en la sanción por la que ha sido amenazado. Setenta mil euros de multa por semana si no accede a abandonar su vivienda. Le han llamado «okupa» y otras lindezas, le han mandado a los guardias, pero no hay documento alguno que acredite el derecho del ministerio de Cultura o el Ayuntamiento de Madrid para proceder a su desahucio.
Un ministerio de Cultura que permaneció callado hasta que el actual ministro ha decidido echar a los Stuyck de su hogar. Nada de lo que adorna el piso de Livinio Stuyck es suyo. Regaló todo a la Fundación que hoy le acosa. Hay caso para años de litigio. Pero resulta desmoralizador que el ministro y el Ayuntamiento de Podemos se hayan unido para culminar un desahucio injusto. No es un «okupa». Es un ciudadano con derechos. Decididamente, el señor ministro de Cultura es más amable con los del Cine que se ciscan en España.
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