Mabel Lozano
Mabel y la trata
Siempre me siento orgullosa de escribir en este periódico, pero cuando hablo de trata de personas, más aún. Aquí no hay doble moral, ni existe ese discurso contra la trata combinado con los tan rentables anuncios de servicios por horas de señoritas generalmente esclavas. Mi maestra en todos estos asuntos siempre ha sido Mabel Lozano. La cineasta amiga lleva más de una década denunciando los infiernos de la prostitución. Su último documental sobre el tema «Chicas nuevas 24horas», que como ella dice, no es precisamente Walt Disney, ha dado la vuelta al mundo y ha sido premiado tantas veces que no se pueden ni contar. Ahora Mabel anda con otras denuncias pero nunca se olvida de la principal para ella: la trata. Y tampoco de decir que lo de legalizar la prostitución para favorecer a las prostitutas es un invento de los proxenetas, que saben que es a ellos a quien les iría de perlas y les favorecería la tarea. Y es curioso, porque cada vez que Mabel o alguien suelta este discurso hay un montón de mujeres, supuestamente intelectuales liberales y abiertas, que abogan por los derechos de las «trabajadoras del sexo», y un sinfín de hombres, por lo general puteros, que empiezan a contar la cantidad de amigas prostitutas que tienen que se dedican a ese asunto por su propia voluntad. Y a mí, que llevo siguiendo a Mabel en este asunto desde el principio, se me caen los palos del sombrajo. Ayer leí una nueva entrevista que le hicieron en «El Confidencial» a Mabel hablando tan claro como siempre y pensé: «Más de uno la va a poner a caldo, pero muchos la admiraremos todavía más».
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