Madrid diseña su futuro

El plan general de ordenación urbana es el documento a través del cual se planifica el futuro de una ciudad, se revisa su techo de crecimiento y las necesidades de suelo en función de las exigencias económicas que deben ser compatibles con una política de sostenibilidad. Desde que Madrid dejó de ser villa y comenzaron sus aspiraciones para convertirse en metrópoli, el diseño urbanístico y económico de la urbe se fue plasmando en los distintos planes, aunque bien es cierto que muchos de ellos caducaron con amplios e indeseables niveles de incumplimiento, como aquel que había previsto un cinturón verde para la ciudad. Otros planes fueron demasiados, utópicos, como redactado tras la constitución del primer Ayuntamiento democrático, en 1979, con Eduardo Mangada como gran valedor de un plan que marcaba un crecimiento cero, lo que limitaba el desarrollo de la ciudad y encarecía hasta la especulación el escaso suelo calificado. Pronto se vio que era inviable. Ahora Madrid se enfrenta de nuevo al reto de diseñar su futuro, de revisar el plan general de ordenación urbana de 1996 y establecer un nuevo marco de actuación, con el horizonte puesto en los próximos veinte años. Éste es un PGOU que se redacta en tiempo de crisis y con esperanza de futuro, cuyo objetivo de flexibilizar el urbanismo y favorecer la actividad económica, preservando al mismo tiempo el patrimonio consolidado. Esta idea pasa por reducir los plazos de tramitación y engrasar la lenta burocracia administrativa. Baste como ejemplo el que se pueda cambiar el uso de las parcelas mediante licencia directa. La lentitud administrativa puede favorecer la retención de suelo y revitalizar la especulación. Madrid tiene ahora la oportunidad de diseñar un futuro en el que el crecimiento económico que comporta la actividad urbanística no es incompatible con la consolidación del patrimonio y con esa idea bucólica e interesante de la alcaldesa de recuperar los bulevares e incrementar el patrimonio verde de la ciudad.