Cástor Díaz Barrado

Malos tiempos

No corren buenos tiempos para la Unión Europea. Nadie puede culpar a las instituciones europeas de haber producido la crisis económica más profunda que vive Europa desde la Segunda Guerra Mundial, pero todos entienden que tienen la obligación de buscar respuestas y ofrecer soluciones. Las tendencias antieuropeas se extienden por el continente y los ciudadanos de varios estados que, hasta no hace mucho, se sentían cómodos en el seno de la Unión comienzan a cambiar su percepción. Los relevantes logros de este proceso de integración no son, por sí, permanentes ni inmutables. Nadie puede asegurar que en la Europa comunitaria se mantengan los niveles de bienestar de los que hemos venido disfrutando y tampoco está asegurado que sigamos teniendo las mismas facilidades de ahora en la movilidad de los ciudadanos. Las cosas pueden ir a peor, y sobre todo, si hacemos caso a los cantos de sirena que entonan los movimientos nacionalistas de los diversos estados de la Unión. No es lo más preocupante que Gran Bretaña abandone la Unión Europea. Es muy posible que, de producirse, los resultados para la Unión y sus estados miembros fuesen positivos y que se produjera un relanzamiento del proceso de integración, al hilo del abandono británico. Lo que inquieta sobremanera es que las sociedades y los ciudadanos de Francia, Alemania o España comiencen a pensar que es mejor salir de la crisis y afrontarla con criterios puramente nacionalistas. Las señales de peligro acaban de encenderse y no sería bueno que pensáramos que se trata tan sólo de una cuestión coyuntural. Sabemos que faltan líderes capaces de sacar a la Unión del estado de adormecimiento en el que se encuentra. Somos conscientes de que falta decisión política para enfrentarse, sin miedo, al papel que le corresponde a la Unión Europea en la escena internacional y, sobre todo, estamos convencidos de que falta la capacidad para simplificar los procedimientos y lograr una Unión plena en lo económico. Pero no olvidemos que el debilitamiento de la Unión Europea significa la perdida de bienestar y de protección social. Sin la Unión, Europa vuelve a la soledad de los estados. Estamos a tiempo de corregir la situación, pero no queda tanto y hay que actuar rápido. El efecto contagio puede conducir a que, en poco tiempo, se extienda por los estados de la Unión el sentimiento de que no nos conviene estar juntos y que es mejor separarnos. Sería un error, un grave y demoledor error, pero las equivocaciones se producen y ya sabemos quiénes pagan las consecuencias.