Julián Cabrera
Mas no hace pie
El órdago soberanista de Artur Mas suele revivirme uno de mis menos agradables recuerdos de infancia con un baño playero dale que te pego a la pelotita de Nivea. El baño comenzó a tornarse en pesadilla cuando el balón, escapando de mis manos, comenzó a tomar rumbo a alta mar como si tuviera un GPS apuntando a las Azores, y cuando tomé conciencia de que ni hacía pie ni la playa se encontraba ya tan cercana. La vuelta milagrosa a la consciencia fue un boca a boca de alguien que no viene al caso.
Esa deriva de Mas se aleja tanto, no sólo de la legalidad constitucional, sino de los tratados europeos y de un sentido común que pesa como la ley de la gravedad, que recuerda a un solitario braceador al que cada día es más difícil lanzar un salvavidas.
Cualquier búsqueda de apoyos, ya sea a empresarios, a instituciones europeas, a dirigentes relevantes fuera de España o a Prensa internacional, ha topado con la misma respuesta: dé usted media vuelta y avance. Después ya viene el bueno de Homs para dar la vuelta a los argumentos. La marcha de Mas ayudaría, pero no sería toda la solución teniendo en cuenta la composición de la actual dirección de Convergencia.
Creo tener elementos suficientes de juicio para apuntar dos posibles derivadas: una, que el 9 de
noviembre, día señalado para una consulta ilegal que no va a realizarse, es la fecha ideal barajada por algunos dirigentes de CDC y ERC para anunciar el adelanto electoral en Cataluña. Y dos, que un cierto magma de hartazgo comienza a vaticinar una no tan sorprendente movilización en las urnas en pos de una mayoría alejada de aventuras. Antes, por cierto, en septiembre, vendrá la «ducha escocesa».
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