José María Marco

Maura y la democracia

A finales del siglo XIX, los españoles tenían un régimen constitucional homologable a los del resto del mundo. Estaba instaurado el sufragio universal y se respetaban la libertad de asociación, de expresión y el resto de los derechos humanos. El régimen lo había creado Cánovas con la ayuda de Sagasta, el líder de una izquierda dispuesta al pacto y al diálogo después de la revolución y la Primera República, entre 1868 y 1874. La Monarquía constitucional se enfrentaba a grandes problemas. Lo demostró la derrota ante Estados Unidos en 1898, el «desastre» que pareció a punto de destruir el régimen. No fue así. La Monarquía sobrevivió y llegó la hora, no de ponerse a hacer la revolución, sino de afrontar de forma pacífica y dialogada los retos del momento: educación, déficit, terrorismo, crisis financiera, atraso económico, situación internacional de España. Uno de los problemas fundamentales era el político. Había llegado la hora de que el régimen liberal se democratizase. Hasta ahí habían bastado los gobiernos de las elites. Ahora la legitimidad requería la participación del conjunto de la población. Era el problema general de casi todos los regímenes políticos occidentales de la época. En nuestro país este reto se traducía en la necesidad de relevar el liderazgo: el de Cánovas, asesinado en 1897, y el de Sagasta, agotado tras el 98.

En las filas conservadoras, el proceso de transición fue liderado primero por Francisco Silvela y luego por Antonio Maura. Maura, más joven, se encargaría de crear un partido conservador democrático con el que democratizar el régimen constitucional y así dar continuidad al éxito del liberalismo español del siglo XIX. Pareció conseguirlo con el Gobierno de 1907, que debía abrir varios años de reformas.

Los liberales no resolvieron la cuestión de la sucesión. En vez de esforzarse por consolidar un instrumento adecuado para la nueva situación, optaron por impedir la más que probable consolidación de sus rivales en una nueva España democrática y liberal. Tras los sucesos revolucionarios de la Semana Trágica de julio de 1909, consiguieron que el Rey retirara su confianza a Maura. Así se iba a terminar la reforma del régimen liberal, porque nadie, y menos que nadie quienes habían impedido la democratización, fue capaz de encauzar la situación. La democracia liberal quedó bloqueada hasta 1975, casi setenta años después, y lo más curioso de esta historia es que quienes hicieron imposible la democratización del régimen liberal monopolizaron luego la idea del proyecto democrático español. (El próximo lunes Aznar presentará tres nuevas biografías de Cánovas, Silvela y Maura).