Martín Prieto
Mentiras, verdades e iniquidades
En el PSOE, con el ayuntamiento de partidos ancilares, están como los Hermanos Musulmanes: no saben qué hacer para derribar al Gobierno mayoritario como si fuera de facto. Ora la exigencia de explicaciones no satisfechas, ora la amenaza de una moción de censura de peluche, ora la petición de barra de bar de que se marche Mariano Rajoy, su Gobierno y, de poder ser, también el PP, que hay que hacer sitio. Como hasta ahora no funcionan sus frágiles palancas reanudan la ofensiva de verano proponiendo al Congreso reprobar al presidente por presuntas mentiras a la Cámara. La separación entre verdad y mentira es más sutil de lo que cree el vulgo porque no es exacto que la falsedad tenga las piernas muy cortas o que se coja antes a un mentiroso que a un cojo. El Conde de Romanones orillaba tanto la veracidad con las macanas que hasta era mentira que fuera rengo y usaba bastón para dar lástima. Incluso hay mentiras verosímiles más reales que los hechos. Para Anatole France, «tan sólo las mujeres y los médicos saben cuan necesaria y beneficiosa es la mentira para los hombres». Se puede proponer una mentira rotunda, indiscutible, teológica: que mi querido Pérez Rubalcaba jamás, jamás, jamás, mintió ante el Parlamento o como vocero gubernamental, tal como nunca, nunca, nunca, Felipe González o Zapatero faltaron a la verdad antes las Cortes. Y no se pidió su recusación porque a veces en la política y la vida cotidiana hay que utilizar los numerosos meandros de una verdad contingente que puede ser o no ser. Apasionante la lectura de las actas republicanas de 1936. Un socialista quiere insultar a Gil Robles, jefe de las derechas: «¿Qué se puede esperar de un hombre que duerme con pijamas de seda?». Respuesta: «No sabía que era tan indiscreta la esposa de Su Señoría». De lo que ahora se trata no es de si Rajoy miente o ejerce de gallego, sino si éste es el último cartucho del PSOE o si van a seguir disparando al aire utilizando pólvora mojada.
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