Paloma Pedrero

Migajas

Cuando creíamos que los adolescentes de hoy, educados por quienes tanto hemos sufrido los celos y la violencia en las relaciones de pareja, pensaban de otra forma, resulta que casi un treinta y cuatro por ciento de los chicos y un veintinueve de las chicas creen que los celos son una expresión del amor. También creen –el trece por ciento de ellos se atreve a decirlo– que para tener una buena relación es deseable que la mujer no lleve la contraria al hombre. Tremendo. Y es tremendo porque de esos pensamientos retrógrados nacen acciones violentas. Sentir el derecho sobre su cuerpo y su criterio sólo porque un día él le pidió salir y ella, cautivada, le dijo que sí. Entonces se besaron y quizá hicieron el amor. Y todo parecía increíblemente mágico. Y ambos entraron en ese estado de estupidez transitoria que es el enamoramiento. Y juntos empezaron a soñar con un futuro, con hacerse mayores, casarse, tener hijos... Entonces, para ese adolescente, ella se convirtió en su posesión. Hasta que un día, acción violenta, la agarró de los pelos. Porque sí, porque ella miraba a otros, hablaba con otros, chateaba con otros. Porque esa niña hermosa de quince años quería tener amigas y vida propia. En un año, de 2011 a 2012, los procesos judiciales por violencia machista en adolescentes se incrementaron en un treinta por ciento. Pasaron de 473 a 632, según la Memoria de la Fiscalía General del Estado de 2013. Son los primeros datos tangibles de este delito en menores. Pero los especialistas avisan de que esta cifra es sólo una migaja de realidad, la que llega a los tribunales. Migajas de una realidad tristísima.