Cástor Díaz Barrado

Minsk

La paz es posible y necesaria en Ucrania pero no será, en ningún caso, el resultado de la inacción. Se deberán hacer numerosos esfuerzos para, primero, estabilizar el este ucraniano y, después hacer efectivos acuerdos que pongan fin al conflicto y que aseguren la paz para largo tiempo. La posición que ha asumido Rusia desde que se produjo el cambio de Gobierno en Ucrania, después de las manifestaciones del Maidán, no es la más apropiada para buscar el entendimiento. Pero, al mismo tiempo, los países occidentales no han sabido buscar fórmulas que impidan que el conflicto se prolongue en el tiempo y que pongan fin al profundo dolor que se está causando. La reunión de Minsk debe ser el inicio para asentar la paz y los estados europeos deben convencer a Putin de que una escalada sin fin sólo conducirá a la existencia de un conflicto permanente. Las posturas de Estados Unidos y los países de la Unión Europea deberían caminar en la misma dirección y, en buena parte, todo se va a resolver mediante la decisión de armar o no al ejército ucraniano para hacer frente a la ofensiva de los prorrusos que, con seguridad, están recibiendo una importante ayuda militar por parte del régimen de Moscú. La ciudad comercial de Minsk debe representar el éxito de la negociación y no el fracaso de los esfuerzos diplomáticos que tiendan a poner fin al conflicto. Los derechos de la minoría rusa en el este de Ucrania se deben respetar si se pretende alcanzar una paz estable y durarera. La integridad territorial de Ucrania debe quedar salvaguardada. En la situación actual es difícil garantizar la paz aunque la fuerza de la diplomacia sería capaz de vencer a las fuerzas de las armas. Rusia debe atemperar su comportamiento en el este de Ucrania y los países occidentales podrían levantar las sanciones que pesan sobre Moscú. Todas las partes han de ceder en las posiciones que mantienen hasta ahora y es posible buscar el modo de encontrar una solución. Desaprovechar la reunión de Minsk sería la prueba no sólo de un fracaso de la diplomacia sino el principio quizá de una turbulenta situación, de difícil control, en el seno de Europa. Minsk es una oportunidad, una gran oportunidad para buscar el acuerdo. Las sanciones a Rusia están produciendo efectos muy perniciosos sobre la economía europea y la militarización de la zona ha generado un foco de notable inestabilidad. Pero, por encima de todo, la población ucraniana, de un origen u otro, está sufriendo las consecuencias de un conflicto que en Minsk puede evitarse.