Política

Alfonso Merlos

Muralla antiterrorista

La Razón
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Para ganar la batalla hay que darla. En eso está Europa. En en eso está el mundo árabe. Se trata de sumar esfuerzos, de coordinarnos, de complementarnos, de disponer conjuntamente de todas las armas legales para frenar (primero) y aniquilar (lo antes posible) a un movimiento totalitario y global.

No hay otra. No cabe la negociación, ni la comprensión, ni la cesión parcial o fragmentaria. Nunca la rendición. Y es decisivo que el cónclave de Barcelona sirva para que –desde distintas sensibilidades políticas, sociológicas, culturales, ideológicas y de seguridad– quienes están del lado de la civilización sean capaces de diseñar una estrategia comprehensiva para destruir la barbarie.

Es un hecho indubitado que el yihadismo no va detenerse en seco ni a limitar sus metas. Los terroristas salafistas son pacientes. Sus cálculos temporales se hacen a décadas y no a meses o años. Y eso significa que hemos de estar permanentemente en alerta. Habrá –como ahora– fases en las que la amenaza alcance un pico; otras en las que aparente situarse en una sima. Pero el peligro será constante y, por consiguiente, la muralla que hay que levantar frente a estos nuevos guerreros deberá ser fija: no habrá treguas ni debería haber reservas. Un fallo significa el desastre. Occidente no puede permitírselo.

La cita de las próximas horas servirá para constatar que el legado de Al Qaeda es impredecible; que hay que diseñar nuevas herramientas policiales y judiciales para doblegarlo. Pero, esencialmente, para constatar que la única forma posible de prevalecer ante el fanatismo takfirista es la cohesión, la compenetración, la convicción en las ideas de todos cuantos entienden que hay unos valores universales que preservar. Querer es poder.