Gaspar Rosety
«Musho Beti»
El ascenso del Real Betis Balompié a la Liga BBVA, con dos jornadas de antelación y marcando el territorio del regreso a Primera División, ha supuesto uno de esos movimientos que, de cuando en cuando, sacuden el fútbol español. Pepe Mel ha sido artífice del rumbo de este barco que ha surcado el Guadalquivir con buen viento y una hinchada espectacular, en las penas y en las alegrías, en la salud y en la enfermedad, en las muchas victorias y en las escasas derrotas.
Judicializado el club y lleno de provisionalidad, el Real Betis ha caminado firme arropado por Sevilla la Bética, capital del mundo, reina de las emociones y de las pasiones, del arte y la literatura, de la pintura y de la música, y por esa Triana, esa república independiente, incomparable en su concepción del arte, del fútbol y de los pasos que dan brillo a la Semana Santa y al año entero y convierten Sevilla en el oro verde al otro lado del puente.
Alumbrado por el Cachorro y el Gran Poder, por la Macarena y la Esperanza de Triana, el Real Betis ha pasado por Segunda División de puntillas, explicando sin palabras que ése nunca será su sitio. Su lugar está con los más grandes. Mel trabajó con humildad contagiosa; nunca una expresión más alta que otra; con prudencia, paciencia, serenidad y firmeza.
El arte de la Sevilla imperial y romana, la ciudad más impactante, la de los sevillanos que enseñan al mundo una manera de vivir. Sevilla tiene un color especial y ése es el verde de trece barras que se puede disfrutar al final de La Palmera y en el Cuarto Anillo. El Betis es inmortal y lo será siempre mientras sus fieles canten a capela el himno que produce terremotos en el alma. «Betiiiii....».
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