Angel del Río

Nada que reprochar

A Ana Botella le tocó llevar hasta Buenos Aires una candidatura olímpica que le había dejado en herencia Gallardón, un proyecto arriesgado en tiempos difíciles y en momentos en los que no había espacio para melancolías económicas. Y a ello se entregó con fe y entusiasmo, sin perder de vista en el horizonte las dificultades que en el momento decisivo suelen plantear los interesados miembros del COI, que tienen en un botón todo el poder para decidir cuçal es la ciudad organizadora.

En tiempo de zozobra, de las sombras sobre los gozos, de la derrota sectaria de una candidatura extraordinaria, hay que reconocer el trabajo bien hecho, impulsado por la alcaldesa, que hizo posible que los miembros del Comité de Evaluación del COI se fueran de Madrid dándonos la mejor nota de las tres ciudades contendientes. Botella consiguió con su fe y con su empeño captar el mayor número de voluntarios jamás alcanzado y un nivel de apoyo popular nunca conocido hasta el momento; hasta se llevó los elogios en sus dos comparecencias en San Petersburgo. Las derrotas suelen tener un aprovechamiento interesado, pasan una factura personal y dejan al aire algunos revanchismos, pero a Ana Botella nadie le puede robar la certeza de un trabajo bien hecho, sólo destrozado por intereses inconfesables de un «lobby» impresentable.