Alfonso Ussía
Nazarí
Hasta muy pocos años atrás, a los naturales de Granada se les denominaba en España «granadinos». Pero de un tiempo a esta parte, la cursilería de los comentaristas deportivos ha puesto de moda, desde su ignorancia rayana con la mentecatez, la voz «nazarí». «Ronaldo ha marcado de cabeza el tercer gol del Real Madrid que no pudo impedir el portero nazarí». El portero nazarí es mexicano, según creo, y si fuera de Granada sería granadino. Porque un nazarí no es otra cosa, según la Real Academia Española, que «el integrante de la dinastía musulmana fundada por Yusuf Ben Nasar, que reinó en Granada desde el siglo XIII al XV». Y en su segunda acepción, «perteneciente a los nazaríes o a su dinastía».
Leo la relación de futbolistas del Granada en busca de un nazarí, y no lo hallo. Ochoa, Tito, Vezo, Lombán, Gabriel Silva, Tabanou, Uche, Samper, Boga, Pereira y Kravets. Pocos granadinos pero ningún nazarí, aunque granadinos todos en el sentido de futbolistas del Granada, o mejor, granadistas. Pero no encajo a Kravets, ni a Gabriel Silva en la integración de la dinastía musulmana fundada por Ben Yusuf Nasar en el siglo XIII, y menos aún, en el XV.
Sabemos que en el «Barça», entre sus directivos, socios y abonados hay muchos más simpatizantes del archiduque Carlos que de Felipe V. En la española y monárquica guerra de Sucesión que se libró en Cataluña las tropas borbónicas de Felipe V se quedaron con las barretinas de los soldados del Archiduque. Pero a nadie se le ha ocurrido referirse al «Barça» como «el equipo archiducal», aunque les sucediera lo mismo que a los nazaríes, que perdieron. Los nazaríes ante los Reyes Católicos y los archiducales ante los borbones. Si acaso podría decirse del «Barça» que es un club Condal, como máximo representante deportivo de la ciudad del Conde de Barcelona, que es el Rey de España.
El problema es otro. La intoxicación que los estrategas de la anti-España llevan a cabo por medio de los indocumentados. Hablar de los Reyes Católicos y alabar su grandeza, es cosa de fascistas trasnochados. Elogiar al Archiduque Carlos queda mejor. Y mucho mejor a los nazaríes, que cruzaron el Mediterráneo a nado, como si fueran túnidos, cuando notaron en sus turbantes el aliento de los soldados de Isabel y Fernando. Los granadinos que vivieron bajo el reinado Nazarí no eran nazaríes. Los nazaríes fueron poquísimos. Los descendientes de Ben Yusuf Nasar, que cabían en un carro. Pero escribir todo esto forma parte de lo políticamente incorrecto, y de ahí mi gozo.
Si hay que prohibir la crítica al desalojo árabe de España, que sea inmediatamente retirada de las librerías la obra magna del académico Rodríguez Marín, autor del «Refranero General Ideológico Español». Queda terminantemente prohibida la expresión «no hay moros en la costa» o «bajar al moro». Igual que «moro fino, come tocino y bebe vino», «morillo tornadizo, mal haya quien no te hizo», «nunca vuestro abuelo mató a moro de lanzada en la Vega de Granada», «ni de mal moro buen cristiano, ni de mal cristiano buen moro», y muchos refranes más. Añadiría uno, con su permiso: «Los cursis del deporte del borceguí/ al granadino le dicen nazarí». Vamos a dejarnos de vainas.
A ver, señores comentaristas. No hay palo largo y palo corto. Los palos son iguales de largos que de cortos. Hay, desde la posición del delantero, el primer palo o el segundo palo. Las porterías son rectangulares, no trapecios. No existe el fútbol trabado, sino el mal fútbol, el juego feo. Los pases no se leen. Se leen los libros. En motociclismo, las curvas no se negocian. Se toman. En baloncesto, no se gana o se pierde de diez puntos, sino por diez puntos. Y el Granada es el equipo granadino, no el nazarí, aunque en el banquillo de los suplentes se siente el derrotado Ben Yusuf Nasar, que no está para correr la banda.
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