Alfonso Ussía

Nicolás

El estafador no violento, el sablista, cuenta en España con amplias amnistías sociales. Mi abuelo materno, don Pedro Muñoz-Seca, protegía a más de uno. Sólo les exigía talento en la estafa. Escribía una comedia. Llamaron a la puerta. –Don Pedro, el señor duque de Pancorbo desea hablar con usted. Le pide disculpas por no haber concertado una cita, pero el asunto es urgente–. Don Pedro interrumpió su trabajo y permitió el acceso a su despacho al señor duque de Pancorbo. Un hombre elegante, educado, digno y amparado por solemnes gestos. –Don Pedro, le va a sonar ridículo lo que me atrevo a pedirle. Como usted sabe, o debería saber, Su Majestad el Rey de Inglaterra me concedió hace tiempo una importante condecoración. Acudía a Londres a que me la impusiera, cuando en la estación del Norte unos rateros me dejaron sin nada. Las cosas me han ido mal económicamente, y me he visto obligado a vender mi palacio para pagar las deudas. Creo que merezco la ayuda de ilustres españoles para que me financien el viaje a Londres. No todos los días el Rey de Inglaterra condecora a un duque español. Por su probado patriotismo, le corresponde a usted prestarme cien pesetas-. Don Pedro se limitó a preguntar al señor duque el motivo de su premio.

–Durante el pasado verano, salvé de morir ahogada en la playa de Ondarreta a una mujer inglesa muy relacionada con la Familia Real–. Don Pedro le entregó doscientas pesetas con una condición. –No vuelva a salvar a ninguna inglesa en playa alguna porque tengo nueve hijos, señor duque–. Y el falso duque de Pancorbo, muy ceremonioso, aceptó la dádiva y fuese.

Hoy, se habría convertido en entusiasta protector de Francisco Nicolás Gómez Iglesias, al que la juez que instruye su caso le reconoce una «florida ideación delirante de tipo megalomaníaco». Se la ha metido doblada a todos. A Jaime García-Legaz, Secretario de Estado de Comercio, uno de los hombres más inteligentes y honestos del Partido Popular. Al Alcalde de Ribadeo, lugar al que llegó representando al Rey con coches de escolta y concierto de sirenas. A José María Aznar, con el que compartió mesa presidencial en un acto de FAES. También se prodigó en mesas de primer nivel en desayunos en el Ritz con diferentes ministros, y su momento culminante, cuando se coló en el Palacio Real para felicitar, con gran dominio del saludo protocolario, a los nuevos Reyes con el fin de desearles un próspero reinado.

Se ha hecho pasar por consejero del Rey y persona de plena confianza del Centro Nacional de Inteligencia. Según algunas de sus víctimas, que tampoco son tan víctimas, es dueño de una verborrea asombrosa, convincente y contagiosa de optimismo. Se ha ofrecido, por módicas cantidades, a arreglar el problema de Cataluña y la delicada situación judicial de la Infanta Cristina. Y en su oficina, que nadie sabe cómo la consiguió, siempre hay en la puerta un Audi con chófer preparado para llevarlo de un lado al otro en su trepidante afán de arreglar la situación de España.

Este hombre no es violento. Ha demostrado una poderosa imaginación y una osadía fronteriza con la heroicidad. Ha estafado con gracia. Y tiene veinte años de edad. Su lado bueno y positivo podría ser aprovechado, siempre que se le rebajaran adecuadamente sus aspiraciones estafadoras. Sorprendentemente, ha caído de pie y es motivo de conversación en todos los círculos. Sin ser nada, lleva más escoltas que Pablo Iglesias para que lo protejan de los suyos, lo cual también es prueba de creciente megalomanía.

Un sablista capaz de culminar lo que este chico ha conseguido merece la amnistía que concede el talento. Compárenlo con Blesa. Desde mi cercanía a la pobreza, me ofrezco a ser su protector como lo fue mi abuelo del falso duque de Pancorbo. Qué tío.