Alfonso Ussía
Noche de lobos
Desasosegada, feroz noche la del jueves al viernes. Escocia en el pensamiento y crueles vaticinios. Soy persona anclada en el pasado, nada partidario de la modita independentista que sobrevuela a la vieja y puta Europa. Tres motivos para alimentar el desaliento. La bandera de Escocia ondeando en solitario en el balcón de la Diputación de Guipúzcoa, en San Sebastián. La frase inmortal del diputado Bosch: «Suenan las gaitas en las puertas de La Moncloa». Metáfora aterradora viniendo de quien procede. Y, por último, la confirmación del desastre. En el entredías, a las 23:47 horas del jueves 18 de septiembre, el tuit de Pilar Rahola, la gran política y amante de los gatos entregada a las independencias de Escocia y Cataluña: «El SÍ se impone a estas horas en Escocia». Noche de lobos, como en los cuentos de la gran literatura gallega, imágenes de Álvaro Cunqueiro, Ángel Fole y José María Castroviejo. Una noche de buena pitanza y mejores amigos, Cunqueiro nos relató con toda suerte de detalles el ataque de una manada de lobos sufrido por él y Castroviejo en la «Terra Chá», la Tierra Llana, mientras los cielos se abrían de aguas y el frío se instalaba en sus huesos. Cunqueiro era tan buen escritor como mentiroso,y no nos convenció la conclusión de la historia. «¿Cómo pudisteis escapar de los lobos?». Libó don Álvaro de su ancha copa de Borgoña y sentenció: «Fue un milagro de Santa Acacia de Mondoñedo, una santa muy poco conocida pero muy rápida en reaccionar cuando es invocada».
Así que recé a Santa Acacia de Mondoñedo, y algo hizo. Porque de ir ganando el «Sí» independentista a las 23:47 de la noche del jueves, comenzaron a florecer de las urnas papeletas con el «No», y ya en la amanecida del 19, el «No» aventajaba al «Yes» en casi once puntos de diferencia. Fue arriada la bandera de Escocia de la Diputación de Guipúzcoa, y las gaitas que Bosch se imaginaba tocando sardanas en las puertas de La Moncloa, comenzaron a interpretar, en versión gaita, la «Marcha Fúnebre» de Schubert. Y todo, gracias a la rápida intervención de Santa Acacia de Mondoñedo, a la que habrá que erigir un monumento en Westminster más pronto que tarde.
Nada tengo contra los independentistas escoceses, que son simpáticos, patriotas y no desprecian a los que no piensan como ellos. Han conseguido una mayor autonomía que no llega ni al cincuenta por ciento de las transferencias administrativas que disfrutan los vascos y los catalanes en España. Han conseguido, sin estridencias ni ridículos movimientos de masas, que los ingleses abran la llave para compartir poderes que antaño no se movían de Londres. No han quemado banderas de la «Union Jack», ni han insultado a la Reina, ni han acusado al conjunto de los unionistas de ladrones, ni al señor Salmond, esposa e hijos les han trincado millones de libras de dudosa procedencia. Los independentistas han perdido, pero simultáneamente han ganado, porque Escocia ha alzado su voz y convencido al resto del Reino Unido de que ha llegado la hora de recibir competencias que antaño les estaban vedadas. Y hoy en Glasgow, de mayoría independentista, y en Edimburgo, de mayoría unionista, unos y otros trabajarán juntos sin intercambiar miradas de odio ni amenazas de aldeas paletas.
Además, que han votado dentro de la legalidad, no como otros pretenden en el nordeste de España. Las leyes hay que cumplirlas si se dice defender la democracia. Noche de lobos y un apacible amanecer. Ni gaitas ni gatos. Santa Acacia de Mondoñedo.
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