Elecciones en Estados Unidos

¡Nos hará ricos!

La Razón
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Ayer, entre barricadas de la Policía y escaparates de Chanel, Tiffany & Co., Cartier y Bvlgari, contemplé a los turistas y los curiosos mezclándose con los manifestantes anti-Trump. Varios miles de personas marcharon por Central Park South hasta doblar en la Quinta Avenida. El dispositivo policial impedía acercarse hasta la torre azabache del magnate. El ambiente en Nueva York es el de un réquiem. Después de dejar a los niños en la escuela, los padres abrazan a los maestros. Repitieron que Trump era un botarate y ahora los niños tienen miedo y dibujan monstruos. Ethan Cohen, («El Gran Lebowski», «No es país para viejos») ha enviado al «New York Times» una carta en la que agradece al presentador Jimmy Fallon por la babosa entrevista que le hizo a Trump. «Quizá ahora podrías entrevistar al Gran Mago [líder del Ku Klux Klan]: él te acerca la cabeza, le quitas el caperuzo y le acaricias el pelo. ¡Sería un momento tan dulce!». El capítulo del KKK en Carolina del Norte, entre tanto, anuncia una manifestación para el 3 de diciembre: la Klavalkade celebrará el triunfo del nuevo presidente. Pero no necesitas hacer el ridículo con una sábana en la chola para exhibir tu entusiasmo. En los últimos días he entrevistado a votantes eufóricos. Gente trabajadora y amable. Unida por su odio a Obama y a Hillary. Orgullosos propietarios de una empanada ideológica digna de reverencia. Critican el «Obamacare» porque ha encarecido algunas medicinas y a continuación elogian los servicios médicos canadienses (!). Hablan de Trump como si fuera el enemigo de la nobilitas, un paladín de la rebelión contra la casta, aunque no exista nadie más «insider» que un constructor de rascacielos de Manhattan. Te insisten en la catástrofe de la inmigración ilegal cuando los informes del FBI demuestran que en EE UU los ilegales delinquen menos que los ciudadanos y la mitad de los indocumentados paga impuestos y contribuye a la Seguridad Social. Aparte, ¿quién recogerá las patatas de Idaho y las hojas del jardín, quién limpiará las casas y cocinará en todos los restaurantes y cafeterías, quién trabajará en los mercados de abastos y los «Delis»? Si Trump cumpliera su amenaza América se detendría, pero no puede, y a nadie parece importarle. Del gorila atrae su brusquedad. Larga lo que le conviene. A cambio de sus trolas recibe salvas de aplausos. Sus exabruptos adormecen la ansiedad y enardecen a una peña acojonada por el futuro. En realidad, dice lo que ellos piensan pero nunca se atrevieron a largar. Votándole se han votado a sí mismos. Atrincherados en su búnker de paranoias, sonríen cuando celebra sus convicciones más racistas, su rancio chovinismo, su retórica elemental, su tosquedad arrolladora. Nacionalistas y xenófobos, aborrecen a las élites intelectuales. Cómo perdonarle a Obama sus títulos universitarios, su amor por la lectura, su oratoria de pico de oro. Trump liquidará el yihadismo, pacificará Siria, subirá los aranceles, traerá de vuelta la industria pesada y meterá en cintura a los chinos. ¡Seremos ricos! Nos esperan cuatro años memorables.