Julián Redondo
Nostalgia del mito
Nadal, Rafael para el tío Toni, tiene que cuidarse y parece ser que lo hará. Ha escuchado las señales de alarma que emite su cuerpo, castigado por el fragor de mil batallas, y se va a tomar en serio lo del reposo del guerrero para restañar heridas. La base de su tenis es el físico, portentoso porque sus entrenamientos son agónicos desde que descubrió un prometedor porvenir con los primeros raquetazos. Renuncia al Torneo de Maestros de Londres y su ausencia repetida de las pistas provoca nostalgia del mito, y no sólo entre la afición española. Nadal es ídolo mundial por su tenis y por su forma de ser. Ahora tiene el apéndice inflamado, que no infectado, insisten los médicos, y sólo por eso jugará a partir del día 20 en Basilea. Tal y como está, no sé qué se le ha perdido por allí; aunque me temo que el riesgo ¿controlado? obedece a la palabra dada. Es el torneo de su amigo Roger Federer, el torneo que coincide con la entrega de los Premios Príncipe de Asturias y que cada año, desde hace por lo menos un decenio, impide al astro suizo recogerlo. Por eso no se lo dan. Lo podría haber ganado tres o cuatro veces, pero cuando se le consulta si está disponible, la respuesta es siempre la misma: «No». Rotundo. Federer cuida sus intereses y su físico, de ahí su ascenso al número 2. ¡Atento, Rafa!
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