Pedro Narváez
Nuestros Grillos quieren hacer ruido
La victoria numérica y sideral de Grillo en Italia ha puesto a las chicharras españolas a frotar el costado. Un ruido ensordecedor que anticipa revoluciones sin sangre, como dice el italiano, en este club de la comedia en el que Eva Hache bien podría enarbolar la voz de los cómicos y del rencor clásico de los actores secundarios dicho sin segundas para los artistas. Cayo Lara y Doña Rosita ya estarán haciendo cálculos del precio de la inestabilidad y el descontento que siempre sale caro, porque sólo a Loquillo le bastaba un camión para ser feliz. Doña Rosita es muy de pedir que los demás den la cara, pero cuando su Toni Cantó metió la pata por dudar de las que denuncian que les levantan la mano salió despavorida del Congreso perseguida por una turba periodística que a ella debió parecerle zombis de la tercera temporada, mucho más sanguinolentos y dignos de compasión porque ya los vivos les han ganado en sadismo. O eso, o necesitaba con urgencia ir al baño, que todos tenemos necesidades incluso fisiológicas. Cantó Toni lo que es habitual en los Grillos de España, aunque esta vez la demagogia fue pillada in fraganti y desafinada. La antipolítica que venden estos políticos es más peligrosa que la fotocopiadora de Bárcenas, el parado seis millones, porque ellos quieren borrón y ser la cuenta nueva sin subir el calvario de la prima de riesgo y otros palabros del imperio de Bruselas. Así, entre la «vie en rose» de Doña Rosita y los comunistas del Gobierno andaluz que sacan a las masas a la calle para escupir a Madrid, ya un sinónimo de la maldad, los Grillos sueñan con tomar la alternativa contando chistes a las cigarras mientras en una toma cenital millones de puntitos como hormigas intentan sobrevivir a sus ocurrencias de instituto.
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