Toni Bolaño

Olla a presión

Las cuentas no salen. Del entusiasmo de la «mayoría del pueblo catalán» por el referéndum independentista –coronado bajo el eufemismo del derecho a decidir–hemos pasado a que Convergència Democrática se conforma con una participación del 50%, muy por debajo del listón establecido por la vicepresidenta del Govern, Joana Ortega– de Unió Democrática– que lo situó en el 67%. Las cuentas no salen. La cadena humana que la Asamblea Nacional Catalana ha convocado el 11 de septiembre necesita de 400.000 personas. En principio, los números se cumplirían con creces si creemos que hace un año nos dijeron que a la manifestación de la Diada acudieron un millón y medio de personas. Sin embargo, las cuentas siguen sin salir. La cadena humana, inequívocamente independentista, está teniendo bajas importantes y crece el temor a que algunos tramos no estén precisamente muy concurridos.

Para que las cuentas salgan es absolutamente necesaria la aquiescencia del PSC. Tanto para el éxito de la cadena humana como, sobre todo, para el éxito de la hipotética consulta. Un paso del PSC en esta línea conllevaría sumar no sólo a los socialistas, sino también a los sindicatos y a Iniciativa per Catalunya, y le pondría las cosas fáciles a Unió. Sin embargo, Pere Navarro, el primer secretario del PSC, no parece estar por la labor. Si bien ha mantenido un equilibrio peligroso y pantanoso por su apoyo al derecho a decidir, se ha mostrado tajante contra la secesión.

Por eso, en estos días, el PSC es una olla a presión. Los sectores disidentes aumentan la presión sobre Navarro. Unos exigen primarias. Otros, como Joaquín Nadal, se dejan fotografiar con los nacionalistas argumentando que con el derecho a decidir están en juego los derechos sociales, una simple cortina de humo para excusar su traición. Los más, como el alcalde de Lérida, Àngel Ros, o la consejera Marina Geli, o los aspirantes a algo, se dejan querer por el nacionalismo esgrimiendo sus argumentos para justificar su presencia en la cadena humana del 11-S.

El número dos del PSC, Antonio Balmón, les ha sugerido que se marchen. No lo harán. Dentro del PSC tienen más tirón que fuera. Navarro les tendrá que echar para evitar que la olla a presión explote. Los que formen parte de la cadena humana no tienen cabida en su proyecto federal. Si no lo hace, la gangrena se extenderá. Sin el PSC las cuentas no salen. Es su oportunidad de recuperar protagonismo en la política catalana. Suya es la decisión.