Eurogrupo

Paleto

La Razón
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Hay un tipo de español odioso. Hay, incluso, varios tipos de manchegos odiosos, de vascos odiosos, de extremeños odiosos, de catalanes, madrileños, murcianos, cántabros odiosos y así, hasta cubrir todo el territorio del que aún formamos parte. Hay también un europeo del centro odioso, del este, de las islas (excepto los irlandeses, ojo, que por ahí no paso), incluso los hay que son nórdicos odiosos. Y ya puestos, odiosos de los Países Bajos, que también tienen lo suyo, por ejemplo, tienen al holandés Jeroen Dijsselbloem, el bocachancla que nos ha tocao como presidente del Eurogrupo. No solo es que deslizó que su antecesor bebía mucho (que es de una falta de elegancia digna del europeo que mira por debajo del hombro al que acaba de bajar un peldaño), no solo es que tiene tendencia a explicar a un maestro de escuela el mecanismo de una tiza, es que, para colmo, acaba de aplicar a los países mediterráneos el cliché más rancio y más antiguo, esto es, que somos unos vividores y de gastarnos el dinero en copas y mujeres. En este punto, tendremos que recordarle a Dijsselbloem que, paradójicamente, cada vez que alguien nombra Ámsterdam, la broma a la que primero se alude son los coffee shops, a los que podríamos definir desde el sur como «antros donde los holandeses se ponen hasta las patas de maceta, que son unos fumetas», o los famosos escaparates, a los que podríamos concretar como «lugares con los papeles regulados fiscalmente donde unas mujeres son objeto de la exhibición más indigna y de las visitas de extranjeros porque el país ha decidido que sea uno de los reclamos turísticos por excelencia». Jeroem, qué injustos seríamos y qué catetos. Pues mire, una cosa buena tiene Europa, ahora que lo pienso, y es que los españoles hemos descubierto que más allá de los Pirineos hay unos paletos importantes, entre otros, Vd. mismo.

Un tipo que para perpetuarse en el cargo y ganarse el apoyo de los alemanes (que son, como todo el mundo sabe, gente de orden que apenas le tira a los aviones) se ha permitido ofender a millones de personas sobre los que decide su futuro y su bienestar. Ay, Europa, chica, qué pereza das.