César Vidal
Parálisis cerebral
La parálisis cerebral es una dolencia que provoca en los padres una sobrecogedora sensación de impotencia. La criatura afectada ve alterada su capacidad psicomotriz sujeto a una irreversible sentencia de muerte. Hace unos años, el hijo de una de tantas familias españolas se vio aquejado por ese mal. No había remedio alguno. A punto estaban los padres de aceptar el terrible destino cuando alguien les habló de unos médicos rusos que trataban con éxito las secuelas logrando, por ejemplo, que los niños caminaran. Nadie en España conocía el tratamiento e incluso hubo médicos que afirmaron que se trataba de una estafa, pero ¿qué padre no recorrería cielo y tierra para salvar a un hijo? Como pudieron, llegaron hasta Rusia y comprobaron que la información era cierta. Inmediatamente, se lo comunicaron a otros padres en la misma situación e intentaron que el tratamiento fuera incluido en los que dispensa nuestra Seguridad Social. Era la época ZP y les informaron de que el estado cubre una operación de cambio de sexo, pero no puede permitirse atender a niños con parálisis cerebral. No tiraron la toalla. Varias familias crearon sin ayuda de nadie una fundación y comenzaron a traer a España a facultativos rusos. En estos años, cerca de mil niños se han beneficiado de este tratamiento e incluso han llegado a España criaturas de otros países encontrando remedios a sus males. Gente de a pie había logrado lo que políticos e instituciones no habían querido hacer. Y entonces llegó Hacienda. Hay que mantener embajadas de Cataluña en el extranjero, ERE clandestinos, veinte mil asesores, pesebres infinitos y para eso resulta imprescindible succionar los bolsillos de los ciudadanos. Hacienda comunicó a la fundación que debía pagar los impuestos de los médicos rusos. De nada valió que los médicos vinieran a España desde Rusia para aclarar que ya pagaban en su país lo que cobraban aquí, de nada que los asesores fiscales aseguraran a Hacienda que estaba perpetrando una de esas arbitrariedades que decide a los inversores extranjeros a decidir no poner un pie en España. Hacienda necesita exprimir más al ciudadano para alimentar al monstruo de las mamandurrias. Este verano cuarenta niños no podrán ser operados y es más que posible que la fundación tenga que cerrar al ser incapaz de pagar unos impuestos ya abonados en Rusia. Sin duda, las castas parasitarias son más importantes que unos niños enfermos para unos políticos, a los que pagamos con nuestros impuestos y que no padecen parálisis cerebral sino parálisis del alma.
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