Paloma Pedrero

Patricia W.

Cuando estrené mi primera obra de teatro en 1985, «La llamada de Lauren», un texto que trataba sobre la identidad sexual, la crítica se ensañó conmigo. Eran, estos críticos de Prensa, señores maduros que, seguramente, nunca habían oído hablar sobre el escenario palabras de mujer. Yo, en aquel entonces, era una actriz joven e ingenua que cada noche hacía de la protagonista de mi función, sin entender porqué, a pesar de que el público acudía impresionado, los entendidos, y otros, me zaherían sin piedad. Hasta que un día apareció ella, Patricia W. O' Connor, prestigiosa hispanista de los EE UU, y me lo explicó. Es fantástico, me dijo, con su acento tenue, les has puesto furiosos. Les has tocado el fondo. Después, esa mujer rubia, delgada, libre, simpática, me fue haciendo entender lo que significaba que, en un país como el nuestro, una joven dramaturga pionera cuestionase públicamente la forma masculina de entender el amor y el sexo. Patricia tradujo la obra al inglés y «La llamada de Lauren» comenzó a viajar por los escenarios del mundo. Este fue mi principio con ella, pero ella ya andaba enamorada del teatro español contemporáneo, ya luchaba como una leona por sacar a la luz lo mejor de la dramaturgia española contemporánea. Ya buscaba en lo más oscuro de nuestro país esas obras desconocidas de las autoras, ya escribía un libro sobre Buero Vallejo en sus espejos.

El otro día, la Fundación Autor, de la mano de Elena Cánovas, organizó un hermoso homenaje a esta gran mujer. En sus jardines nos reunimos autoras y autores para rendirle nuestro infinito agradecimiento. Y Patricia, a sus ochenta, bella y libre, nos pidió nuestras nuevas obras de teatro. El objeto de su amor.