César Vidal
Pedro en las Ardenas
En diciembre de 1944, los ejércitos del III Reich retrocedían en todos los frentes. Su retirada frente al Ejército Rojo había sido continua desde 1943, pero el desembarco en Normandía en junio de 1944 había provocado otro repliegue acelerado en el oeste de Europa. Todo parecía indicar que el ejército alemán había perdido por completo su capacidad de reacción. En apariencia, sólo cabía esperar que se limitara a defender el territorio del Reich. Para remate, desde Federico el Grande, las fuerzas germanas nunca habían lanzado una ofensiva en medio de los rigores del invierno. Precisamente, ante semejante perspectiva, los aliados daban por acabada la capacidad ofensiva del III Reich. La única excepción a ese juicio fue el general norteamericano George Patton, que llegó a la conclusión de que los alemanes no sólo no renunciarían a combatir sino que atacarían. No se equivocó. En la Navidad de 1944, contra todo pronóstico, cuando todos los daban por incapaces, los ejércitos alemanes lanzaron la ofensiva de las Ardenas, el canto del cisne de la Wehrmacht. He recordado este episodio tras conocer los resultados de las elecciones gallegas y vascas. Lamento decir que no me cuento entre el número de los optimistas. Ciertamente, Feijóo ha ganado de manera más que holgada las elecciones gallegas, pero semejante resultado no altera en un solo escaño la composición del parlamento nacional. En Vascongadas, tanto el PP como el PSE han sufrido una severísima derrota que convierte el constitucionalismo en prácticamente residual. Ciudadanos, supuesta muleta del PP, ha cosechado dos sonoros fracasos mientras que Podemos, por el contrario, ha logrado el ansiado «sorpasso» en Galicia y las Vascongadas. Guste o no reconocerlo, la izquierda se ha radicalizado siguiendo la nefasta estela iniciada por ZP y abandonando buena parte de los logros positivos conseguidos por el PSOE a partir de la Transición. A decir verdad, la izquierda española ya sólo sabe definirse por el aumento del gasto, la creación de más clientelas pagadas con fondos públicos y la ideología de género. En otras palabras, más allá del exabrupto y del ridículo, no anda tan lejos de la derecha. Sánchez debería presentar su dimisión tras media docena de derrotas electorales. Pero cabe también otra opción: que intente formar un gobierno de Frente Popular con el respaldo de Podemos y la abstención de los nacionalistas. Para muchos, semejante paso sería absurdo. Lo mismo pensaron los aliados antes de que la Wehrmacht desencadenara la ofensiva de las Ardenas.
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