Cristina López Schlichting
Pedro Sánchez y el KKK
Lo primero que hacemos los españoles cuando nos levantamos, es mirar el santoral y blasfemar. La señora de Sevilla amanece preocupada por el daño que hacen las hermanas de sor Ángela de la Cruz. El parado de Madrid maldice a los de Cáritas. El que tiene problemas con su negocio, sabe que la culpa es de los salesianos o los agustinos y el que se ensimisma con nuestros problemas educativos, sanitarios, de tráfico o judiciales intuye que está todo íntimamente relacionado con la solapada labor de misioneros y obispos. ¿Pero qué aire le ha dado a Pedro Sánchez? ¿Me quiere explicar alguien por qué tenemos que padecer a gente como Zapatero o Sánchez, que más parece que hubieran nacido en el sur de Estados Unidos y perseguidos por el Ku-Klux-Klan, que en Zamora o Madrid? ¿Cómo es posible venir, en los tiempos de Francisco y Madre Teresa de Calcuta, con lo de los curas come niños y los obispos grasientos? En la crisis, Cáritas ha sido el ancla de los parados, junto con las familias. Las parroquias han pagado recibos de luz y agua, comidas, viviendas. Cuando una persona tirada en la calle languidece de sida, son las de Madre Teresa o las de la Cruz las que lo limpian y le ponen pañales. Si un viejo está abandonado, lo visitan; si un enfermo llora, lo consuelan. Mucha gente muere acunada por el afecto de un sacerdote y más de uno y de dos hemos entrado en una iglesia a rezar en plena desesperación. ¿Se puede saber qué piensa ganar el PSOE enfilando un destructor contra todo este tejido? En España no se obliga a nadie a nada. Si quieres jurar sin Biblia, se hace; si un alcalde de Podemos pasa de un acto religioso, nadie se opone; si de un sitio público se retiran imágenes religiosas, no extraña en absoluto. Estudia religión el 65 por 100 de los niños, porque les da la real gana a sus padres y los que no quieren, no lo hacen. ¿A quién intenta revolver Sánchez contra el cristianismo? Hay miles de cofrades en toda España, decenas de miles de alumnos de escuelas religiosas, millones de personas que van a misa o, simplemente, llevan una cruz o una imagen de la Macarena, o Covadonga, o Montserrat. ¿A todos esos tiene que preterir este hombre para imponer su criterio de desinfectar España de religión? La Iglesia paga impuestos reducidos porque se la trata igual que a Cruz Roja, las federaciones deportivas o los partidos políticos. ¿Hay dinero mejor aprovechado que este ahorro eclesial? La Iglesia enseña que todos somos hijos de Dios, que hay que respetar a todos, que la familia es un bien, que no se debe insultar, ni menospreciar, robar ni adulterar. Que la vida es un bien. En esta sociedad materialista, donde sólo importan la fama y la pasta, el sexo depredador y el aplastar al otro, ¿alguien cree que quitar la religión de las escuelas es la solución?
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