Restringido

Pedro y el lobo

Las últimas revelaciones del auto de la juez Mercedes Alaya no hacen otra cosa que confirmar que el escándalo de los ERE falsos en Andalucía era una trama no sólo de corrupción, sino todo un mecanismo caciquil para mantener el poder en aquella comunidad por más de tres décadas. En algún momento el Tribunal Supremo tendrá que pronunciarse sobre el papel que jugaron los ex presidentes de la Junta, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, en la creación y en el mantenimiento de una red clientelar, una auténtica cadena de favores, que usaba el dinero público para ganarse voluntades y asegurarse los votos suficientes como para evitar la alternancia de poder, pieza angular de cualquier democracia que se precie. Romanones al lado de los dirigentes socialistas de Andalucía era un simple aprendiz si, al final, la Justicia confirma que realmente el montaje era, o mejor dicho es, el resultado de una decisión política más propia de sociedades tuteladas y por lo tanto no plenamente libres. Al recién estrenado secretario general del PSOE, aupado hasta la planta noble de la calle Ferraz de Madrid por Susana Díaz, le toca ahora dar trigo después de algo más de tres meses de predicar con un discurso fresco, ilusionante pero, hasta el momento, vacío de contenido. Y dar trigo es meterle mano a la estructura corrupta del régimen que su partido ha mantenido durante décadas en la región más poblada de España y con el mayor número de desempleados de toda Europa. Pedro tiene que enfrentarse al lobo del expolio de fondos públicos y a la mayor de las perversiones en la que puede caer la democracia: la compra de votos. Más temprano que tarde Sánchez tiene que exigir a su gran mentora que limpie la casa caiga quien caiga. Si no lo hace y mantiene la actitud de sus antecesores de mirar hacia otro lado el lobo de la corrupción organizada terminará devorándole.