Lucas Haurie
Pedro y los lemmings
Diríase que Susana Díaz ha decidido que esta vez tampoco tomará el tren a Madrid, estación Ferraz. Y van tres. La presidenta de la Junta es mujer ducha en luchas intestinas siempre que éstas sean soterradas, navajeos palaciegos, conspiraciones de salón o se desarrollen según la lógica marrullera de las guerrillas. Abomina de la batalla campal de unas primarias, en las que la masa militante supla con sus votos el cálculo de los cuadros bovinos, siempre más pendientes de no engrosar las filas de los cesantes que de cualquier otra disquisición ideológica o ética. En Andalucía, se percibe el menguante tirón electoral (muchos menos votos que Griñán en las autonómicas) de quien sin embargo ejerce un liderazgo indiscutido en el partido y en la opinión publicada, aupada para colmo por la inanidad de sus rivales. Pedro Sánchez, carente de todo menos de la osadía que caracteriza al ignorante, jugó la carta de la audacia con su anuncio extemporáneo del 21 de diciembre: con el cadáver socialista aún caliente, mostró su deseo de continuar como secretario general. El PSOE-A quiso precipitar el congreso, donde los estatutos no prevén primarias, sabedor de que las baronías rebeldes controlarían a muchísimos delegados, pero la repetición de los comicios catalanes desaconsejan celebrarlo en febrero del mismo modo que la probable segunda vuelta de las generales lo harán inviable antes del verano. La actual dirección es pues una bandada de lemmings que camina alegre hacia el precipicio para cumplir con su suicidio ritual, cayendo en las fauces de Pablo Iglesias. Susana Díaz contempla impotente el espectáculo sin saber que fue su propia cobardía (por triplicado) la que lo motivó. No llores como mujer...
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