Alfonso Merlos
Pero, ¿qué promete?
Es un síntoma inequívoco de la desesperación. Y eso debe considerarse un atenuante. Comparar a Sánchez con Adolfo Suárez equivale a poner en el mismo plano a un lateral leñero y rudo con un mediocampista elegante y creativo. No sólo ocupan espacios diferentes sino que su estilo es opuesto. Pero estamos ante la constatación de que el candidato socialista está obligado a reinventarse, redibujarse, correr con el tiempo y los elementos en contra en busca de nuevo guión, mensaje y estrategia. Un circo de siete pistas. Los elefantes de Andalucía proclamando un respaldo que es más falso que una moneda de siete euros. Los leones podemitas saliendo de la jaula para arrinconar al domador.
Es innecesario recordarle que su emulación es poco digna, o poco pudorosa, o injusta, o desmedida, u ofensiva; o que debería nacer diecisiete veces más para alcanzar la altura de uno de los artífices de la Transición y de los estadistas más admirados por la mayoría de los españoles. Es inverosímil colocar a la par a un hombre de consensos, de concordia, dialogante, con otro que representa el rechazo y el boicot, el cordón sanitario al partido que hoy encarna la voluntad mayoritaria de los españoles, a pesar de que ese democrático apoyo escueza en la izquierda. Pedro ha cambiado de chaqueta. Le copió la mochila a Iglesias, la bandera gigante a Obama. Ahora se erige en el gran centrista. ¿Cuál será la próxima genialidad que tramen Hernando y Luena?
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