Julián Cabrera
Perversas extrapolaciones
Hay un argumento que he podido escuchar en boca de más de uno y más de dos dirigentes del Partido Popular a propósito del inmenso daño que Luis Bárcenas ha infringido a la imagen del partido: «sin él y con el incuestionable papel del Gobierno sacando al país del pozo de la crisis ahora las encuestas hablarían de otra cosa».
A estas alturas del año megaelectoral es difícil cuantificar ese daño –máxime después de unos comicios andaluces en los que el factor corrupción no parece haber sido determinante– pero sí hay una cosa cierta: la cita con la urnas del domingo 22 confirma que el crédito para gobernar con cómodas mayorías se le ha agotado al Partido Popular.
Mariano Rajoy ha rechazado extrapolaciones entre el nuevo mapa político andaluz y el resto de España, de hecho se mantiene la fortaleza en grandes capitales, pero negar el toque de atención que supone la pérdida de medio millón de votos en una comunidad clave para el triunfo en unas generales no sería buena idea, de igual manera que extrapolar puede ser perverso en lo relativo a guarismos pero no tanto en lo que se refiere a nuevos modos de hacer política.
Rajoy dijo en Onda Cero tan sólo hace unos días que es partidario de que gobierne el partido más votado y puede que eso le acabe obligando a fijar posición frente a la ganadora Susana Díaz, pero es que el PP se puede encontrar la noche electoral de las municipales y autonómicas con un mapa de España teñido de gaviotas azules que al día siguiente puede decolorarse en favor de otros tonos más tirando a rojo. ¿Se acuerdan de esa reciente iniciativa metida en el congelador encaminada a dar la alcaldía a la lista más votada?
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