Julián Redondo
Pícaros
Entre algodones y cifras la Liga se adentra en la cuarta jornada, con los pilares de la competición –Madrid y Barcelona– lastrados por las lesiones y el resto aliviado porque, tras asumir que Hacienda somos todos, se va poniendo al día con el fisco. Hoy, el fútbol español adeuda a la Agencia Tributaria 115 millones menos que hace un año. Desde 2013 ha restado 333 millones. De seguir cumpliendo los plazos, en 2020 el marcador estará a cero y los 364 millones que aún se deben, restablecidos.
La erótica del poder, que no es una película de Just Jaeckin, ni Sylvia Cristel ni Corinne Cléry las protagonistas, desembarcó en los palcos de los estadios como precuela de la fiebre del ladrillo. Y todo se desmadró. Muchos clubes gastaron lo que no tenían, compraron lo que no debían y cavaron una tumba de la que están saliendo gracias a la solidaridad popular, que nunca se ha manifestado contra la permisividad gubernativa con los adalides del pan y circo.
Curioso es, sin embargo, que pese a las necesarias y efectivas medidas correctoras el nivel de la Liga ha subido. Desaparecen poco a poco de la faz balompédica golfos, arribistas y tiraduros, sujetos que han comprado y vendido futbolistas y voluntades, según la estación. Aún quedan algunos, supervivientes que no pueden abstraerse de la añagaza porque la rapiña está en su naturaleza.
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