Toros

Alfonso Ussía

Pío, pío, guau, miau, béeeeee

La Razón
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He escrito en diferentes ocasiones contra la tradicional y secular celebración del Toro de la Vega. Y soy taurino. Pero los extremistas de PACMA me están obligando a cambiar de opinión. Tampoco me gusta la Tomatina de Buñol, donde no hay animales de por medio. Sinceramente, me aburren las fiestas locales. El Toro de la Vega se ha celebrado en Tordesillas durante cinco siglos, exceptuando los años de la prohibición. No lo prohibió PACMA, sino el General Franco por indicación de Fraga Iribarne, entonces ministro de Información y Turismo. El sistema democrático, menos intervencionista, lo autorizó de nuevo. Creo que si en España no se castiga la quema de Banderas españolas o retratos del Rey, y el Estado y Gobierno que lo administra no reacciona ante los repetidos delitos contra la Constitución de determinados dirigentes separatistas, lo del Toro de la Vega es una minucia. El Muro comunista se derrumbó como consecuencia de un terremoto social. El comunismo negó a sus víctimas el bien más preciado de los hombres. La Libertad. Y al caer el muro de Berlín, los comunistas se dividieron y camuflaron en diferentes escenarios. El feminismo, el anticristianismo, el terrorismo, el separatismo, el ecologismo sandía y el animalismo visceral. Del mismo modo, y con la habilidad que caracteriza sus campañas y obsesiones, consiguieron que un alto porcentaje de la sociedad no comunista admitiera el aborto, que no es otra cosa que el asesinato masivo de seres humanos a los que no se les permite nacer. Un genocidio que los partidos conservadores españoles, con una gran mayoría de católicos en su militancia, permite desde su tradicional comodidad.

Cataluña prohibió los Toros. No por defender al toro, sino para distanciarse de una Fiesta fundamental de la cultura española. Ellos –los animalistas–, no sufren con el toro, sufren con la realidad y el concepto de España. Hablan de violencia, pero ellos la mueven y la contagian. Como aquellos «pacifistas» –también surgidos de entre los escombros del Muro–, que humillaron la esencia del pacifismo con sus violentas manifestaciones. Ghandi saboteado. Los animalistas insultan y vejan a los aficionados a la tauromaquia y a los cazadores. Los primeros comparten afición con Goya, Picasso, Falla, Cocteau, Alberti, Lorca, Gerardo Diego, Welles, Pemán, Hemingway, Ortega, Marañón... y el juez Garzón y Sabina. Los segundos han conseguido, entre los propietarios de cotos de caza, los guardas, los ayuntamientos y los cazadores que España sea hoy un paraíso de la fauna silvestre. PACMA nada ha hecho por el oso, el lince, el urogallo o el lobo.

PACMA se atreve a interrumpir un festejo taurino, pero no un encierro con el toro incendiado en Cataluña. PACMA insulta a los que acuden a los toros, o a cazar al campo, pero respeta con el silencio la degollación en la vía pública de decenas de miles de corderos en la fiesta musulmana. Dicen que deploran el espectáculo, pero no intentan evitarlo. En PACMA hay militantes que han maltratado en las redes sociales a la madre de un joven torero muerto en la plaza. En el animalismo político se mueve un instinto depredador y violento contra quienes no comparten sus objetivos.

España no está para discutir si el Toro de la Vega debe volver a la tradición, guste o no guste, o si el Toro de la Vega –o de la Peña–, es celebración merecedora de la abolición. La actitud violenta de unos pocos partidarios del Toro de la Vega es consecuencia de la postura aún más violenta y las acciones de los que insultan a los que participan en su rito.

No me gusta el Toro de la Vega, ni la Tomatina de Buñol, ni los Moros y Cristianos, ni las romerías de pulpo ni las paellas gigantes. Pero me deprime tanto guau, miau, pío, pío, y béeee, mientras se asesina a sangre fría a los seres humanos más indefensos.

España no está para perder el tiempo en discrepancias de segundo orden. ¿Es violento el Toro de la Vega? En mi opinión, sí. Pero también sus detractores activos. Los que acuden a fastidiar un acto que para muchos es tradición y cultura porque han nacido y crecido con ese convencimiento.