Gonzalo Alonso
Plácido: llegó la hora
La crítica solemos mantener una postura no sólo de respeto sino también de afecto profesional con los grandes artistas, al margen de que puntualmente podamos ser duros con una actuación concreta. Llega un momento en que, manteniéndose ambas posturas, el crítico no tiene más remedio que plantear temas que habitualmente disgustan al artista tanto incluso como para romper cualquier relación que pudiera haber entre uno y otro. Sucede cuando el artista ya no está en condiciones de salir a un escenario sin perjudicar gravemente su propio nombre y carrera. Alcanzado este punto, que nos llega a todos en nuestras profesiones, el crítico ha de escribir con claridad y, si es amigo, también aconsejar por mucho desagrado que cause en el artista y, aún con más frecuencia, en el entorno de éste. ¡Qué peligrosos son éstos para el artista cuando sus economías dependen de él!
La crítica americana ha sido siempre proclive a Plácido Domingo. Incluso ha pasado por alto actuaciones no muy afortunadas. Sin embargo «The New York Times» abría el melón el pasado 22 de marzo tras la interpretación del emperador Carlos en la verdiana ópera «Ernani». Empezaba su crítica recordando una declaración de Domingo: «El tiempo de parar llegará una noche, tras una actuación» y añadía: «Puede ser el momento de que el señor Domingo preste atención a sus propias palabras» y a partir de ahí ponía enormes reparos a su actuación en aquel papel baritonal. Otros diarios, como «The Observer», reflejaban los mismos planteamientos: «En los noventa trasportó óperas y ahora canta de barítono, pero el problema es que no es un barítono, sino un tenor sin agudos...» Ya no somos sólo los «arrítmicos» críticos españoles quienes pensamos que una cosa es representar Boccanegra, Germont o Francesco Foscari y otra el Conde de Luna de «Trovador» o el Carlo de «Ernani», papeles plagados de canto pleno. Dudo de que nuestro admirado tenor vuelva a abordar Luna o Carlo, de hecho ya ha cancelado su regreso a Salzburgo con el primero. Y él es tan consciente de la situación como para, al parecer, estar detrás de la reclamación del Met para retirar el vídeo que circulaba por YouTube con una penosa interpretación de «Oh de’ verd’anni miei».
Plácido ha de reflexionar porque a quienes hemos escuchado en plenitud a uno de los mayores artistas de la historia lírica nos empieza a apenar oírle ahora, porque no es conveniente que quienes sólo han escuchado al actual piensen que eso es todo, porque afortunadamente Plácido puede aún hacer otras muchas cosas relevantes.
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