Ángela Vallvey

Poca tarta, más bocas

Cuando hablamos de la «crisis de la Prensa escrita» –de papel y tinta–, quizás no tenemos en cuenta, o no ponderamos bastante, algo evidente, también irreversible: en los últimos años estamos asistiendo a una revolución tecnológica sin precedentes que ha multiplicado el número de plataformas mediante las cuales los seres humanos intercambiamos información, opinión y contactos. Todas ellas han contribuido a ampliar la demanda de contenidos. Por eso, la prensa del corazón, por ejemplo, ya no se alimenta tan sólo de grandes personajes, sino que requiere de «secundarios», incluso de «personajillos» con los que rellenar el espacio inmenso que ofrece a los consumidores. Antaño, una revista del corazón contaba con, verbigracia, setenta páginas impresas en las que tenía que apiñar noticias, chismorreos más o menos finústicos y publicidad. Hogaño, los sitios de internet que reproducen noticias «rosas» van desde los periódicos digitales a los blogs de «celebrities» o los portales que recogen los tuits de los famosos. Por no hablar de programas especializados de televisión. La televisión española, que hace poco celebró veinticinco años de su apertura al negocio «privado», ha visto crecer su oferta con la TDT, pero en España ni siquiera estamos acostumbrados a la diversidad norteamericana, que puede ofrecer «cientos» de canales por cable.

Los que amamos el periodismo de papel y tinta lo hacemos porque hasta ahora un periódico significaba libertad, contrapoder, seriedad informativa, solidez y medios materiales para investigar con profundidad...

Hoy, la fragmentación y proliferación de estructuras de comunicación es de tal magnitud que se puede crear un medio digital baratísimo que sólo se dedique a «cortar y pegar» noticias que han generado otros, y tener éxito añadiendo únicamente el ingrediente de la tendenciosidad, o el proselitismo. Resumiendo: la tarta de los «medios de comunicación» sigue siendo la misma, pero los comensales se han centuplicado.